Respuestas
Explicación:
Ambas son sustancias químicas que se encargan de transmitir la información entre las distintas partes del cuerpo. La diferencia está en que los neurotransmisores al ser liberados sólo comunican a una neurona inmediata, mediante la sinapsis. En cambio las hormonas se comunican con otra célula sin importar lo lejos que esté, viajando a través del torrente sanguíneo.
Dicho todo esto, claro está que las hormonas y los neurotransmisores son las responsables de regular ordenadamente todas nuestras funciones. Intentan no equivocarse buscando el orden perfecto. Así como ofrecen beneficios y bienestar en cada uno de nosotros, también el desequilibrio de estos en nuestros organismos, generan efectos negativos o malestares sobre las funciones mentales, el comportamiento y el humor.
En conjunto, estas sustancias se comportan como un termostato: cuando el estado de ánimo decae por algún motivo, se producen diversas sustancias para impedir que se alcancen niveles demasiado bajos que podrían poner en peligro la supervivencia del sujeto. Cuando el ánimo se eleva se producen otras que evitan un exceso de euforia, que también podría acarrear problemas, como ignorar el riesgo y sobrevalorar las propias fuerzas. Por este motivo, la sensación de alegría tras un acontecimiento positivo suele durar poco, aunque a continuación no ocurra nada negativo. Cuando este «animostato» pierde precisión, cualquier situación estresante puede terminar provocando una alteración importante del estado de ánimo.
Por ejemplo, las depresiones que aparecen después de un parto, son fruto de la combinación del descenso súbito de la concentración de ciertas hormonas en la sangre (estrógenos), que actúan indirectamente sobre la dopamina, un neurotransmisor que forma parte de este «animostato», junto con las dificultades psicológicas de adaptación a una situación nueva.