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Napoleón vio en Rusia un serio impedimento en su camino hacia el dominio mundial. Antes de tomar la fatídica decisión, llevó años tratando de convencer a la corona rusa firmar una alianza duradera con Francia. En dos ocasiones pidió en matrimonio a hermanas del soberano ruso Alejandro I. Pero todo fue en vano. La razón formal para la agresión fue la negativa de Rusia a participar en el bloqueo continental contra Gran Bretaña, en contradicción al Tratado de Tilsit. Napoleón mandó a Rusia sus mejores fuerzas. El núcleo de su enorme ejército estaba integrado por combatientes experimentados, héroes de las batallas de Marengo, Austerlitz y Jena-Auerstedt, la Guardia Vieja comandada por los mariscales Ney, Murat, Davout, y otros grandes estrategas de Francia. Pero también hubo muchos soldados procedentes de los dieciséis países europeos conquistados anteriormente. Rusia disponía de un ejército el 30 % menos numeroso que, además, estaba esparcido por el inmenso territorio del país, dice el director de información científica del Museo Panorama de la batalla de Borodinó, Alexei Monájov.
—Esta desproporción fue una de las principales razones para evitar enfrentamientos intensos con las tropas de Napoleón en la etapa inicial de la campaña. Era evidente que librar una batalla general en esas circunstancias era fatalmente peligroso.
Napoleón intentó derrotar las tropas rusas por separado, pero éstas retrocedían para unirse en el interior del país. La resistencia tenía forma de correrías esporádicas. Los cosacos del general Plátov y los húsares del general Kúlnev molestaron mucho a los franceses en marcha, causándoles considerables bajas. A principios de agosto, ambos ejércitos rusos, el de Bagration y el de Barclay de Tolly, se unieron bajo el mando del célebre jefe militar Golenischev-Kutúzov. El 7 de septiembre tuvo lugar la famosa batalla de Borodinó. El emperador galo confesaría más tarde que entre las cincuenta batallas que libró, fue en los accesos a Moscú, donde las tropas “demostraron su máximo valor con el menor éxito posible: los franceses eran dignos de vencer, pero los rusos ganaron el privilegio de quedar invictos”. El 19 de septiembre, las tropas francesas, desmoralizadas y exhaustas, entraron a en Moscú, donde Napoleón permanecería un mes esperando en vano la capitulación de los rusos.
El interés de historiadores europeos hacia la campaña napoleónica contra Rusia va creciendo en los últimos años, dice la conservadora jefe del Museo Panorama de la batalla de Borodinó, Lidia Ívchenko.
—Uno de las más importantes monografías sobre la guerra de 1812 apareció en Francia. Su autora, Marie-Pierre Rey, también hizo un libro sobre el emperador ruso Alejandro I. El tratado quizás más brillante pertenece a la pluma del historiador británico Dominic Lieven. Estoy nombrando a los investigadores que dominan con soltura el idioma ruso. No cuentan anéctodas ni fantasías, porque han pasado mucho tiempo trabajando en archivos rusos.
En su libro “Rusia contra Napoleón”, Dominic Lieven se opone a la idea de que la derrota de los franceses en Rusia se debiera a los fríos invernales, largas distancias y trágicas coincidencias. El profesor de historia en la Escuela de Londres sostiene que el ejército ruso fue uno de los mejores en Europa en aquella época y que sus comandantes resultaron más inteligentes porque tuvieron una estrategia de resistencia clara y municiosamente elaborada.
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