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La desinformación acerca del Coronavirus viaja a la velocidad de un tweet. ¿Qué es la desinfodemia? ¿Qué alarmas debemos prender antes de alarmarnos nosotros?
Estamos rodeados
Hoy en día la atención del mundo parece estar centrada en una sola cosa: la epidemia del nuevo coronavirus, que empezó en Wuhan, China, y que está expandiéndose a gran velocidad por todo el mundo. A tanta velocidad que, de hecho, llegó finalmente a Argentina. Y es razonable que estemos preocupados. Las enfermedades nuevas requieren atención especial: no sabemos cuán contagiosas o mortales son, no sabemos si el patógeno que las provoca varía poco, como el virus del sarampión, o mucho, como el de la gripe. No sabemos, tampoco, qué tratamientos son efectivos ni si se podrán desarrollar vacunas y medidas profilácticas. En un mundo tan integrado como el nuestro, los efectos de estas epidemias a veces son incalculables. Sin ir más lejos, la mera posibilidad de que esta epidemia enlentezca el crecimiento de China y se extienda a otros países llevó a las bolsas del mundo a sufrir lo que, por ahora, es la peor caída en la última década.
Hoy, internet es a la información lo que los aviones a las cosas materiales, un acelerador que permite que todo tarde menos en llegar más lejos. Dicho de otro modo: actualmente, gracias a la tecnología disponible, las cosas materiales viajamos más lejos y más rápido que antes, tanto si somos gente que va a pasarla bien en sus vacaciones, como virus que provocan una pandemia. Lo mismo ocurre en el mundo de la información. Hace mucho ya que los medios de comunicación tradicionales no son los únicos que informan, o desinforman: gracias a la facilitación de las redes sociales, nosotros mismos somos generadores y propagadores de contenido. Pero con un condimento interesante que complica aún más las cosas: se demostró que las noticias falsas llegan más rápido y más lejos que las verdaderas, posiblemente debido a que son muy atractivas y por eso las compartimos más.
Pero la idea de doble epidemia, a nivel agente infeccioso y a nivel desinformación, no es nueva. Lo que es quizá más reciente es considerar que estas dos epidemias simultáneas se potencian mutuamente, por lo que el daño total termina siendo más que la suma de las partes. Estos mundos, que parecen separados, empiezan a interactuar con efectos que recién ahora estamos empezando a entender. A mediados de 2018, en la revista The Atlantic se publicó un artículo llamado “Cómo la desinfodemia propaga la enfermedad”, donde los autores advierten que la desinformación online hace que las enfermedades se dispersen aún más. Esto ocurriría por varias razones: la desinformación hace que disminuya la confianza en los organismos de salud y en los expertos, que se dediquen recursos a desmentir mitos e ideas conspirativas, y a veces incluso que se promuevan comportamientos que no sólo no son efectivos sino que ponen en riesgo a las personas.
espero que te ayude :)