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María dos Prazeres era una mujer de setenta y seis años que esperaba la muerte, ella decía que se moriría antes de Navidad, por lo que le visitó un vendedor de entierros, ella le dijo que quería que le entierren en un lugar tranquilo y seguro por donde no corra ningún río y no existan inundaciones, el vendedor le dijo que será como ella quiera, al despedirse de la señora vio a su perrito que llegaba de la calle y le llamo la atención porque al perrito le salían lágrimas que rodaban por su hocico, ella le dijo al vendedor que los animalitos aprenden todo lo que se les enseña.
Después de mucho tiempo enseño a Noi su perrito a que distinguiera su nombre en su tumba en el cementerio y que se pusiera a llorar y le enseño el camino desde su casa hasta el cementerio.
El domingo era el ensayo final y vio a su perrito alejarse tal como ella le enseño, llegó al cementerio y se fue a la tumba a ponerse a llorar y de esta manera María Dos Prazeres estaba segura de superar el temor de no tener a nadie que llorara por ella sobre su tumba.
María Dos Prazeres conoció a una niña a quién le dijo que si pasara algo algún día se hiciera cargo de Noi con la condición de dejarle salir los días domingos, porque él tenia que ir al lugar que conocía.
Cierto día cuando esperaba que pase la lluvia para retornar a su casa cuando de pronto paro un automóvil que le brindo llevarle, ella se acercó al automóvil y se hizo llevar hasta su casa, este señor le trato muy bien y le hizo sentir viva entonces ella pensó que valió la pena vivir en la oscuridad esperando la muerte, aunque solo hubiera sido para vivir aquel instante.