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Desde hace cinco años, Perú y Colombia se sentaron (¡por fin!) a resolver uno de los asuntos diplomáticos más delicados de los últimos 90 años. Los cambios en el indomable río Amazonas, que sirve de frontera entre los países, han hecho que se desdibuje el límite entre ambos y que se formen islas de arena que están alejando el cauce del río del puerto de Leticia. Mientras no esté definido dónde comienza y termina cada país, nadie puede hacer nada para resolver el problema.
La historia empezó en 1922, cuando Colombia y Perú firmaron un acuerdo para resolver “toda controversia” acerca de los derechos territoriales de ambos países sobre el poderoso río Amazonas. Una comisión de científicos peruanos y colombianos determinó que los 1.626 kilómetros de frontera, sobre el río Putumayo y el río Amazonas, estarían demarcados por el thalweg, definido como “la parte más profunda de un canal de agua”.
Con ese tratado, que al sol de hoy está vigente, Colombia se aseguró una salida al río Amazonas, el derecho a navegarlo por los siglos de los siglos (al igual que Perú) y el poder sobre el importante Trapecio Amazónico, que incluye a Leticia, hoy la capital del departamento de Amazonas, que ya tiene 42.000 habitantes. Los expertos ubicaron el thalweg a pocos metros de la margen izquierda, cerca de Leticia. Una vez finalizada su tarea, y con una frontera definitiva, cada quien volvió a su orilla. Diez años después, soldados peruanos invadieron Leticia y tras un breve conflicto que duró un año se decidió que el puerto amazónico seguiría siendo colombiano y se reafirmó el tratado original.
Pero hay un detalle que nadie contempló: el río Amazonas es una frontera viva. Más importante aún, es el río más caudaloso, profundo y largo del mundo. Es tan grande que le cabrían seis ríos Magdalena. Por nacer en los Andes, arrastra una gran cantidad de sedimentos y durante los últimos 80 años, islas de arena se han ido formando a lo largo de los 116 kilómetros de frontera que comparten ambos países sobre este río, en los que no es claro quién manda.
Este fenómeno ha hecho que el cauce del río —y por extensión, la línea trazada como frontera entre ambos países— se corra hacia la orilla peruana.
En otras palabras, mientras Perú está perdiendo tierra, pero ganando río, Colombia está ganando tierra, pero perdiendo río
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