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LIMA COLONIAL
Ese al robusto trazo de las murallas que se advierte en los planos (murallas concluidas en 1687 con 14,000 varas de contorno, 34 baluartes y 5 puertas), es difícil fijar los límites espaciales de Lima. Esta dificultad se debe a que el fenómeno urbanístico que llamamos Lima colonial, como todo espacio humano, era un lugar informado por un conjunto de relaciones, principalmente las que establecían sus habitantes entre ellos, y las que establecía la ciudad con su entorno y con otros centros urbanos tanto mayores como menores.
En términos concretos, lo anterior significa que no se podría comprender la historia de la ciudad representada en los planos (alrededor de 50 mil habitantes a mediados del siglo XVII; cerca de 37 mil en 1700; poco más de 52 mil en 1790) sin hacer referencia a los miles de esclavos de origen africano que vivían y trabajaban en las haciendas vecinas para alimentar a los habitantes de Lima. De manera análoga, tampoco se podría establecer los ingresos económicos de la ciudad entre mediados del siglo XVI y fines del XVII sin hacer referencia a las variaciones históricas en la producción de plata. Entre esas épocas, la historia de los ingresos de Lima está estrechamente vinculada al intercambio entre la plata de Potosí por las mercaderías importadas de Europa vía Panamá. Finalmente, los destinos de la economía de la Lima borbónica del siglo XVIII no se pueden desligar del desarrollo y articulación de los mercados del Alto Perú, Chile y Buenos Aires cuyo tráfico reemplazó al de Panamá.
Apreciar la historia colonial de la ciudad de Lima en todos sus matices, en suma, sería imposible sin desarrollar un aprecio paralelo por la historia del Perú colonial en el contexto global de su época.