Que simbolizan cada uno de los planetas que visitó el principito

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Respuesta dada por: ivanmogotocoro
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Respuesta:

El planeta del rey

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Este primer punto del itinerario es quizá uno de los menos interesantes pero al menos tiene un notable sentido irónico. El primer asteroide que visita el Principito está habitado por un rey, y nada más, lo cual es paradójico, pues la obediencia supone al menos dos personas: quien manda y quien acata el mandato. ¿Pero qué pasa si un día nos damos cuenta de que el fundamento de dicho poder podría ser absurdo? ¿Qué pasa si, como el Principito, un día simplemente decidimos darle la espalda a la lógica del Amo?

El planeta del vanidoso

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En el ensayo “Melancolía” del libro La agonía del Eros, Byung-Chul Han expone una aguda distinción entre narcisismo y un fenómeno singular de nuestra época en que el Otro cada vez se diluye más para las subjetividades contemporáneas, a las que se habitúa a igualar todo hacia el sí mismo:

Vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre todo en la propia subjetividad. El narcisismo no es ningún amor propio. El sujeto del amor propio emprende una delimitación negativa frente al otro, a favor de sí mismo. En cambio, el sujeto narcisista no puede fijar claramente sus límites. De esta forma, se diluye el límite entre él y el otro. El mundo se le presenta sólo como proyecciones de sí mismo. No es capaz de conocer al otro en su alteridad y de reconocerlo en esta alteridad. Sólo hay significaciones allí donde él se reconoce a sí mismo de algún modo. Deambula por todas partes como una sombra de sí mismo, hasta que se ahoga en sí mismo.

Sin abundar más sobre esta lectura, no deja de ser elocuente que el Vanidoso también esté solo en su planeta, y que el Principito no encuentre nada en él que lo llame para quedarse a hacerle compañía.

El planeta del bebedor

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En Pasado en claro, Octavio Paz recuerda a su padre con esta imagen:

Del vómito a la sed,

atado al potro del alcohol,

Porque la tortura es aún más pesarosa si se repite indefinidamente, en un ciclo ininterrumpido.

Recordamos íntegramente el estimulante y breve paso del principito por el planeta del borracho:

“El siguiente planeta estaba habitado por un borracho. Esa visita fue muy corta, pero sumergió al principito en una gran melancolía:

– ¿Qué haces ahí? – le dijo al borracho, que encontró instalado en silencio ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.

– Bebo – respondió el borracho, con aire lúgubre.

– ¿Por qué bebes? – le preguntó el principito

– Para olvidar – respondió el borracho.

– ¿Para olvidar qué? – inquirió el principito, que ya lo compadecía.

– Para olvidar que tengo vergüenza – confesó el borracho bajando la cabeza.

– Vergüenza de qué? – se informó el principito, que deseaba socorrerlo.

– ¡Vergüenza de beber! – concluyó el borracho que se encerró definitivamente en el silencio.

Y el principito se fue, perplejo.

Las grandes personas son decididamente muy pero muy raras, se decía a sí mismo durante el viaje.“

El planeta del hombre de negocios:

Las fronteras entre infancia y vida adulta son claras sólo una vez que las hemos traspasado. El ejercicio de la sexualidad, la asunción de responsabilidades básicas como el cuidado de sí y, también, el entendimiento de la noción de dinero. Cuando somos niños el dinero puede parecernos otro objeto entre los objetos, algo que los mayores dan a cambio de ciertas cosas pero que, por otro lado, no se ve de dónde surge ni por qué los adultos lo tienen. Quizá por eso, porque a los niños les parece tan extraño, se encuentra aquí, entre los planetas que visita el Principito. También porque es aún más incomprensible que el dinero en sí, que no es más que un medio, lleve al deseo de posesión, a la acumulación por la acumulación misma, inútil, encerrada en sí misma.

El planeta del farolero

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Este sería despreciado por los otros, por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Y, sin embargo, es el único que no me parece ridículo, quizás porque se ocupa de otra cosa y no de sí mismo.

El planeta del geógrafo

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Es un poco triste hablar de cosas que no se conocen, sobre todo cuando dicha deficiencia obedece a una prohibición subjetiva. ¿Cómo hablar del mar si nunca se le ha sentido de cerca? La salinidad en el gusto, la tibia frialdad de sus aguas, el ruido incesante de su naturaleza. ¿De qué sirve solazarse en el consuelo de las “cosas eternas” si se descuida eso “efímero” donde se asienta verdaderamente la vida?

La Tierra

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“¡La Tierra no es un planeta cualquiera!”, así que me permitiré una pequeña trampa que me permita hablar del único momento narrativo que me importa en esta primera mitad de El principito, cuando su protagonista arriba a nuestro planeta.

Espero te sirva

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