Respuestas
Respuesta:
Tiene una actitud reflexiva, respetuosa de oración
Explicación:
Espero ayude
Respuesta:
l. Importancia de los gestos y actitudes en la Liturgia. Se entiende por gestos litúrgicos los diversos ademanes o movimientos de determinadas partes del cuerpo, que deben ser realizados por los participantes en las acciones litúrgicas, con el fin de expresar con mayor viveza y eficacia sus disposiciones interiores y los efectos de la celebración. Se distinguen de las actitudes litúrgicas en que éstas se refieren a posturas que afectan a la totalidad del cuerpo. La importancia de las actitudes y de los gestos corporales en la Liturgia es triple: psicológica, social y teológica. Es cierto que lo importante es asegurar la calidad de la actitud interna personal, pero conviene comprender la necesidad de manifestar externamente, dentro de un orden disciplinado, los sentimientos internos de devoción, y a ello se encamina el g. y la actitud. La Liturgia (v.) es culto (v.) interno y externo de Dios; las acciones litúrgicas son actos a través de los cuales todo el hombre, cuerpo y alma, y no sólo su espíritu, da culto a Dios. La Liturgia es un lenguaje de Dios al hombre y del hombre a Dios, que utiliza por necesidad gestos exteriores, integrándolos armónicamente en el conjunto de los demás medios expresivos.
La Liturgia entera se resume en esta orden de Cristo a los Apóstoles: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22,19). Los gestos litúrgicos esenciales son, por tanto, los que hicieron los Apóstoles rememorando los que habían visto hacer a su Maestro. Entre los gestos de Cristo, evocados por el Evangelio, hay unos que el Señor cumplió en cuanto a hombre para glorificar a su Padre y dar ejemplo a los hombres; y otros que cumplió en cuanto a Dios, alterando las leyes de la naturaleza, a fin de atraer la atención de los hombres, convertirles y darles la vida de Dios. Los primeros son gestos de humildad; los segundos, de poder. Unos y otros son gestos litúrgicos, debido a que la Liturgia es, a la vez, obra de misericordia divina hacia el hombre y obra de justicia del hombre hacia Dios» (H. Lubienska, o. c. en bibl. 17 ss.).
Hay g. l., pues, que tienen su origen en Cristo, especialmente los gestos sacramentales, los que pertenecen a la esencia de los sacramentos, que la Iglesia ha recibido de Cristo y que no pueden sustancialmente modificarse; a ellos, siempre que se hagan con las debidas palabras y con la intención de Cristo y de su Iglesia, está ligada la eficacia santificadora y cultual de los sacramentos. Hay gestos que entroncan más o menos con la tradición bíblica y cristiana, y que la Iglesia también ha de regular para mejor significar la obra de culto a Dios y de santificación de los hombres que es la Liturgia, y para suscitar mayor dignidad y devoción.
Dada la trascendencia psicológica, social y teológica de los g. y a. l., la tradición cristiana ha considerado siempre importante su regulación, que corresponde esencialmente a la Jerarquía eclesiástica (v. DERECHO LITÚRGICO), y que se expresa en las llamadas rúbricas (v.) de los libros litúrgicos (v.). En la antigüedad correspondía de ordinario a los diáconos (v.) la regulación de las actitudes y movimientos del pueblo, por medio de moniciones (v.) o proclamaciones, algunas de las cuales se han conservado en los libros litúrgicos: «Arrodillémonos», «Levantaos», «Humillad las cabezas ante Dios», «Podéis ir en paz», etc. A veces disminuyó la preocupación por las actitudes del pueblo, pero se regularon minuciosamente los movimientos de los ministros y del coro. El movimiento litúrgico (v.) de los últimos tiempos ha vuelto a poner atención en las actitudes de los fieles, considerándolas como un medio importante de participación activa. Es significativo que en el Ordo Hebdomadae Sanctae instauratus de 1956 se indique a veces la actitud corporal que deben tomar los fieles; asimismo la Instrucción de 3 sept. 1958 enuncia el principio general de la necesidad de la participación activa por medio de gestos y actitudes, y, finalmente, la Const. Sacrosanctum Concilium del Vaticano II, afirma en el n° 30: «Para promover la participación activa, se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales».