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Éste es un hecho único de esta época en que vivimos. El Espíritu Santo estaba en el mundo antes de Pentecostés, pero en el día de Pentecostés vino para morar en los creyentes. Ésta sería la nueva realidad de este período. El Consolador vendría para fortalecernos. Jesús se iba, pero enviaría a Éste que nos podría fortalecer.
No dice que el mundo no recibiría al Espíritu de verdad. Dice que el mundo no podría recibirle. El Espíritu de Dios toma la Palabra de Dios y la enseña, y se la abre al creyente. El no creyente tiene que creer primero en Jesucristo como su Salvador. Luego, el Espíritu Santo morará en él.
El ser humano normal, el no creyente, en quien no mora el Espíritu Santo, no puede percibir ni ver la revelación de Dios, porque Él sólo puede ser visto y adorado en espíritu y en verdad. Es contemplado con el ojo espiritual. (El predicador Billy Graham usa la expresión: "los ojos y los oídos del alma"). Es sólo mediante el Espíritu de Dios que estos ojos y oídos pueden ser abiertos para entender la Palabra de Dios. Así, el Espíritu Santo es el Maestro que nos guía a toda verdad. Sin Él, la Biblia llega a ser sólo un libro de Historia.