Respuestas
Respuesta:
Conjunto de programas y actividades realizadas por los organismos públicos orientados a regular la natalidad, con objeto de promover bien su reducción o bien su incremento.
Los programas de control de la natalidad o de planificación familiar consisten en la adopción de determinadas medidas con el objetivo de controlar el crecimiento de la población. Esta regulación se lleva a cabo en cada país de acuerdo a diferentes factores socioeconómicos, políticos y culturales, por lo que básicamente se puede hablar de dos tipos de políticas de control de la natalidad: las antinatalistas en los países pobres, para limitar el número de nacimientos, y las pronatalistas en los países desarrollados, orientadas a fomentar la elevación de sus bajas tasas de natalidad.
Las políticas de fomento de la fecundidad han sido características de los períodos de posguerra. Por ejemplo, en los años posteriores a la I Guerra Mundial, los países europeos llevaron a cabo reformas para promover la procreación otorgando subsidios a las madres que se dedicaran exclusivamente al cuidado de su prole y dirigiendo campañas de exaltación de la figura materna y la función social de la maternidad. Bock y Thane (1991) han recopilado una serie de estudios sobre las políticas de género en los Estados de bienestar europeos entre 1880 y 1950, destacando que las preocupaciones demográficas de la época estuvieron acompañadas de una apología del nacionalismo y la calidad de la raza, teñida de matices eurocéntricos y de la creencia en la superioridad occidental.
Por el contrario, las políticas antinatalistas han sido impulsadas con profusión durante las últimas décadas en los países en desarrollo, en los que la tasa de crecimiento demográfico sigue siendo alta al no haberse completado la transición demográfica (ver demografía). El empeño a favor de tales políticas, tanto entre los gobiernos de dichos países como entre los donantes de ayuda internacional, ha venido alentado, no sólo pero sí en buena medida, por los enfoques neomalthusianos que han argumentado que la pobreza y el subdesarrollo son consecuencia fundamentalmente del fuerte crecimiento demográfico. Muchos de estos programas carecen de un componente de educación sexual o de información sobre las consecuencias de los métodos anticonceptivos en la salud de las mujeres.
Además, a fin de bajar la tasa de natalidad a toda costa, a veces se ha recurrido a implementar programas de anticoncepción forzosa sin el consentimiento de las mujeres, recurriendo a la presión o al engaño, lo cual representa una clara vulneración de sus derechos. En este sentido, por ejemplo, el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer, CLADEM (Tamayo, 1999), denunció en 1999 el Programa de Planificación Familiar del gobierno peruano de Alberto Fujimori por recurrir a la esterilización sin consentimiento, mediante la coacción e incluso la amenaza, de las mujeres de poblaciones rurales e indígenas en extrema pobreza, para cumplir las metas fijadas de reducción de la población.
Lo cierto es que, salvo en los casos de medidas tremendamente coercitivas, como la política aplicada en Perú o la del “hijo único” en China, los resultados de las políticas antinatalistas no han obtenido los resultados que se proponían. El informe sobre América Latina presentado por CEPAL (1998) y CELADE en la Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo de El Cairo de 1994, señalaba que el descenso de la fecundidad no había tenido la misma intensidad en todos los grupos sociales y que las tasas más altas de fecundidad seguían estando entre la población marginada, de lo que deducía la inequidad de los programas de planificación familiar.
Una característica común de las políticas pronatalistas y de las antinatalistas es que ambas están centradas en las mujeres. Ellas son las principales destinatarias de los mensajes que exaltan la maternidad cuando se les anima a la procreación, o las que deben asumir la preocupación por el futuro de su prole y asimilar los discursos antinatalistas sobre la mejor calidad de vida en familias más reducidas. Del mismo modo, ellas son la población meta bien de los incentivos a la fecundidad o bien de la distribución de anticonceptivos, medidas que casi nunca se acompañan de políticas de información y cuidado de la salud de las mujeres (ver género y salud; derechos sexuales y reproductivos).
Explicación: