un mito corto sobre el fuego
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Respuesta:Casi todos los pueblos de la edad antigua veneraron el fuego al que consideraban fuente de salvación, protección y alimento. Los griegos crearon el mito de Prometeo, el héroe que robó el fuego a los dioses, condenado por ello al cruel martirio del águila que le devoraba las entrañas. Roma inventó la tradición de las vírgenes vestales que custodiaban el fuego público para que los ciudadanos puedan acudir a recuperarlo cuando se apagaba el fuego del hogar. La mitología Maorí ofrecía sacrificios en el fuego de los volcanes porque consideraba que eran la morada de los dioses. En nuestra América la representante del fuego era Quetzacoatl, la serpiente emplumada. Para el cristianismo el fuego es símbolo de Cristo y es parte central en su liturgia. Precisamente hoy, Sábado de Gloria, se celebra en todas las iglesias la ceremonia de la bendición del fuego que se inicia en la puerta del templo, cuando el celebrante obtiene el fuego nuevo mediante pedernales y enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo, vencedor de las tinieblas. En procesión ingresa el cirio pascual y de él van tomando los fieles el fuego que se ha convertido en luz. Esta luz que disipa el miedo a las sombras es la prueba de Cristo resucitado, símbolo de su victoria sobre la muerte. Precisamente en la Semana Santa, que corona con la conmemoración del milagro supremo, la resurrección, el Gobierno ha predicado acerca del "milagro ecuatoriano" en los templos de la sabiduría del imperio. Por absurdo que parezca, la política no está alejada de la teología; de hecho, un filósofo fascista, Karl Schmitt, sostuvo en su Teología política, que todos los conceptos sobresalientes de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados. Los caudillos autoritarios del mundo actual encarnan esa concepción de la secularización: que Dios ya no es la fuente última del orden sino su reemplazo terrenal, el jefe de gobierno; y conciben la realidad en dualidades irreductibles, lo moral como bien o mal, lo estético como bello o feo y lo político como amigo o enemigo. Para que la política sea viable tendrá que abandonar las posiciones dogmáticas a las que tiende, inevitablemente, en el ejercicio del poder y aceptar la existencia de la oposición y la disidencia, como está ocurriendo, en Venezuela. El Gobierno ecuatoriano se encuentra también en un momento de apremio, debe decidir si firma o no firma el acuerdo con Europa, si acepta o no acepta la consulta popular sobre el Yasuní, si reconoce o no reconoce la libertad de expresión y las recomendaciones de la CIDH; las decisiones pueden ser aconsejadas por una actitud dogmática o por una actitud de apertura y tolerancia, las decisiones le corresponden al Gobierno pero sus resultados afectarán a todos los ecuatorianos. Hacer cálculos electorales o ideológicos en estas decisiones sería jugar con fuego.
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Casi todos los pueblos de la edad antigua veneraron el fuego al que consideraban fuente de salvación, protección y alimento. Los griegos crearon el mito de Prometeo, el héroe que robó el fuego a los dioses, condenado por ello al cruel martirio del águila que le devoraba las entrañas. Roma inventó la tradición de las vírgenes vestales que custodiaban el fuego público para que los ciudadanos puedan acudir a recuperarlo cuando se apagaba el fuego del hogar. La mitología Maorí ofrecía sacrificios en el fuego de los volcanes porque consideraba que eran la morada de los dioses. En nuestra América la representante del fuego era Quetzacoatl, la serpiente emplumada. Para el cristianismo el fuego es símbolo de Cristo y es parte central en su liturgia. Precisamente hoy, Sábado de Gloria, se celebra en todas las iglesias la ceremonia de la bendición del fuego que se inicia en la puerta del templo, cuando el celebrante obtiene el fuego nuevo mediante pedernales y enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo, vencedor de las tinieblas. En procesión ingresa el cirio pascual y de él van tomando los fieles el fuego que se ha convertido en luz. Esta luz que disipa el miedo a las sombras es la prueba de Cristo resucitado, símbolo de su victoria sobre la muerte. Precisamente en la Semana Santa, que corona con la conmemoración del milagro supremo, la resurrección, el Gobierno ha predicado acerca del "milagro ecuatoriano" en los templos de la sabiduría del imperio. Por absurdo que parezca, la política no está alejada de la teología; de hecho, un filósofo fascista, Karl Schmitt, sostuvo en su Teología política, que todos los conceptos sobresalientes de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados. Los caudillos autoritarios del mundo actual encarnan esa concepción de la secularización: que Dios ya no es la fuente última del orden sino su reemplazo terrenal, el jefe de gobierno; y conciben la realidad en dualidades irreductibles, lo moral como bien o mal, lo estético como bello o feo y lo político como amigo o enemigo. Para que la política sea viable tendrá que abandonar las posiciones dogmáticas a las que tiende, inevitablemente, en el ejercicio del poder y aceptar la existencia de la oposición y la disidencia, como está ocurriendo, en Venezuela. El Gobierno ecuatoriano se encuentra también en un momento de apremio, debe decidir si firma o no firma el acuerdo con Europa, si acepta o no acepta la consulta popular sobre el Yasuní, si reconoce o no reconoce la libertad de expresión y las recomendaciones de la CIDH; las decisiones pueden ser aconsejadas por una actitud dogmática o por una actitud de apertura y tolerancia, las decisiones le corresponden al Gobierno pero sus resultados afectarán a todos los ecuatorianos. Hacer cálculos electorales o ideológicos en estas decisiones sería jugar con fuego.
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