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Explicación no tan resumida:
La cruzada del ex Ministro de Finanzas griego, Yiannis Varoufakis, para ayudar a salvar la Unión Europea, de 60 años de antiguedad, de una creciente potencial desintegración es intrigante. Él, y los demás activistas hablan en definitiva sobre el derrumbe de la civilización occidental, y es más, hablan de ello como si fuera necesariamente una cosa mala. Algunos de nosotros, para los que el mundo ya es una catástrofe, no estamos tan seguros de esto.
Hablando desde una perspectiva de extrema izquierda, el doctor Varoufakis argumenta que el propósito de la campaña es evitar la emergencia de algo peor. Que semejante misión de rescate, inevitablemente reforzará el sistema económico sobre el que descansa la UE, por no mencionar muchos de los super-ricos que obtienen beneficios desproporcionados de ella [UE], algo considerado un mal necesario.
Esto puede ser un error.
Ciertamente, una desintegración de la UE, aunque sea parcial, sería algo trascendental, especialmente en términos de impacto económico sobre las vidas y comunidades de allí. Aquellos que argumentan que hay que preservarla [la UE] -especialmente aquellos de la izquierda en el espectro político- probablemente tienen razón también sobre el resultante aumento descomunal del riesgo de volver a esa inclinación pan-europea de guerra a gran escala e intolerancia extrema, como métodos de gestionar los problemas políticos.
Sin embargo, si el problema del futuro de la UE sigue siendo abordado como un problema solo para los estados miembros y sus ciudadanos, entonces estos defensores del progreso se darán cuenta de que se han convertido en los defensores de exactamente los mismos males que pretenden derribar. El doctor Varoufakis bien podría hallarse a sí mismo cometiendo el mismo tipo de traición de la que acusa a su ex jefe, (el Primer Ministro griego) Alex Tsipras: sacrificando un cerdo o dos para que el gran lobo malvado de las corporaciones no derribe la casa entera.