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El espíritu del capitalismo y la sociedad informacional han penetrado hasta tal punto en esos supuestos espacios rurales que no es fácil percibir hoy diferencias en hábitos, actitudes y valores, y menos aún en lo que se refiere a las estructuras y relaciones de producción. Vivimos en una urbe global, en la que los vacíos cumplen exclusivamente la misma función que, en términos de microurbanismo, cumplieron los parques y las zonas verdes en la ciudad industrial. Y la Sociología Rural es, en lo que a las sociedades avanzadas se refiere, una ideología, en el mejor de los casos una utopía.Las bases de este proceso están en la transformación tecnológica y ecológica (es decir, también funcional) de estos espacios. Por ello, si queda algún ámbito para el ejercicio de la Sociología Rural ésta sólo puede darse en términos de Sociología de la Urbanización, y en este sentido puede cumplir un importante papel, si no en las sociedades avanzadas, sí en los países menos desarrollados. Su objeto sería el análisis de los procesos de cambio -el cambio es un concepto casi inexistente en la Sociología Rural- que propician la integración de estos espacios en la urbe global; así como la interpretación de las funciones que, en ese mismo marco, corresponden a los vacíos más alejados de las redes informacionales de esa urbe.A caballo entre los conceptos tradicionales de Sociología Rural, Sociología del Desarrollo, Sociología Urbana y Ecología Humana, debe darse una revolución epistemológica en esta parcela de la Sociología, bajo riesgo de quedar subsumida -como de hecho ya está ocurriendo- en la Antropología Cultural o Ecoló-gica. De hecho, los propios órganos de la Administración que en su día dieron lugar, primero en los Estados Unidos y luego en Europa, a la institucionalización de la Sociología Rural, desaparecen por anacrónicos. La cuestión estriba en determinar si la Sociología, del mismo modo que en su día supo hacer ver a los políticos y técnicos responsables de la ordenación y el desarrollo rural la conveniencia del conocimiento sociológico como herramienta imprescindible, sabrá hacer ver a los nuevos tecnócratas la utilidad de los sociólogos en la ordenación del territorio(2).LO RURAL Y LO URBANODesde que la sociedad industrial se definió como un proceso civilizatorio, uno de cuyos elementos fundamentales fue la urbanización, lo rural nunca se ha definido, quedando como residuo de lo-que-aún-no-es-urbano. Del mismo modo que, desde que hace algo más de un siglo se inició la reflexión sociológica sobre las consecuencias de la Revolución Industrial, con su acumulación de masas de población en las ciudades , la dicotomía se viene planteando en términos de polarización y luego de oposición. Pero sobre todo, y en el marco general del positivismo que desde su origen caracterizó al pensamiento sociológico, se ha venido tratando el tema en términos de sucesión histórica de etapas, y en consecuencia de jerarquización: si la revolución industrial traía el progreso económico a las sociedades, la urbanización conllevaba el progreso social. Esta valorización no ha sido siempre explícita, pero ha estado desde luego latente la gran teoría (al menos en Spencer, Durhkeim, Simmel, Töennies o Redfield...). Así se hablase de solidaridad mecánica o solidaridad orgánica, de comunidad o asociación, de lo folk y lo urban, etc, aún cuando se manifestara cierta preocupación por el tipo de desórdenes sociales provocados por la urbanización, se estaba poniendo en lo alto de la escala a lo urbano, y en lo más bajo a lo rural.Desde el origen mismo de las ciudades, éstas supusieron un avance objetivo hacia formas de organización social más democráticas, y basadas en el imperio de la ley. Se ha atribuído repetidamente a Marx una frase que Weber rescató de la puerta principal de una vieja ciudad alemana: "El aire de la ciudad nos hace libres"(WEBER, 1987:40). La ciudad ha posibilitado una acumulación de capital y una concentración demográfica que ha hecho factible un incremento de la creatividad social(3). Y se ha puesto en la ciudad el origen de la democracia, ya desde la polis griega(4). En los términos que estamos viendo, la definición e identificación de lo rural y lo urbano ha sido relativamente simple; tan simple que, durante siglos, ha llevado a la construcción de toda una mitología que de forma recurrente reverdece, en torno a la Arcadia pastoril y campesina(5). Pero en la actualidad las cosas no son tan sencillas. El proceso de urbanización dejó de ser hace mucho tiempo un mero proceso cuantitativo, de mera acumulación demográfica en torno a una acumulación de recursos, para pasar a ser un proceso de carácter cualitativo. Si los sociólogos han hablado de la urbanización como modo de vida (como hizo Wirth), es porque ya no puede verse en términos de acumulación exclusivamente, sino en cuanto extensión de estilos culturales, de modos de vida y de interacción social. Es decir, lo urbano ya no está únicamente en las ciudades. Cuando se ha hablado de la urbanización del mundo campesino(, se ha querido expresar ese proceso que entonces se veía como de colonización cultural, y que no es en realidad sino la extensión del núcleo civilizatorio -capitalista e industrial durante los siglos XIX y XX- a la totalidad del territorio social. P
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