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Respuesta:Como principio de esta cuestión, hay que trasladarse al siglo XX, momento en que se rompe el esquema que se tenía de que sólo unos pocos podían recibir educación, abriéndose el panorama a distintas clases sociales, creencias y edades, volviéndose obligatoria, y teniéndola que categorizar o dividir según correspondiese.
Watson, uno de los psicólogos estadounidenses más importantes de ese siglo, fue el que fundó el conductismo, es decir, centró a la conducta humana como su objeto de estudio. Él mismo dejó a las claras su teoría de estímulo-respuesta, que describe a los humanos como seres moldeables y condicionales.
Dame una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger —médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón— prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados. (Watson, 1913).
Su pensamiento se conduce por investigaciones y pruebas realizadas por él mismo con niños, descubriendo (según su parecer) que lo que el humano es y sus acciones, son consecuencia de conductas aprendidas observables de su entorno, de forma repetitiva. El caso del niño Albert es el más reconocido de este psicólogo.
Habló del poder ilimitado del condicionamiento, y del control del entorno para modelar el comportamiento, tanto de animales como de seres humanos. En resumen, consideraba que todo lo que una persona incorpora se realiza de afuera hacia adentro, sin importar lo que haya vivido o pensado previamente.
Quien se adhiere a esta teoría es Pavlov (1927), fisiólogo ruso cuya orientación va a estar ligada a su experimentación sobre el sistema digestivo, y luego con las conclusiones que llega tras estudiar la segregación de saliva de un perro, que interfiriéndolo con distintos estímulos (condicionados), genera como respuesta repetir esta conducta cada vez que los asocia con la comida (que lo hacen segregar). Éste es llamado justamente aprendizaje asociativo, ya que, en este caso, el animal relaciona un objeto con los estímulos condicionados. "Y más adelante la secreción puede ser provocada con la sola vista de la persona que trae la vasija, o por el sonido de sus pisadas”. (Pavlov, 1927).
Pavlov consideraba a la conducta humana como una cadena de reflejos, dividiéndolos en dos tipos, los innatos (conducta instintiva) y los segundos, (según él, los de mayor presencia), los condicionados (el resultado de la adaptación del organismo a cierto medio ambiente).
Skinner, el padre de la educación de EE.UU., continúa el concepto de que las conductas pueden ser modeladas desde afuera, pero además, desarrolla el concepto de refuerzos. Explicó en su libro Walden Dos (1948), que la conducta recompensada tiende a repetirse. Continúa diciendo que para que una persona repita una conducta, debe tener de sostén reforzadores, que desempeñen el rol de premios o recompensas por haberlo cumplido. Estos reforzadores pueden ser positivos o negativos, el primero conllevará a un estímulo positivo como respuesta, y el segundo lo contrario. Hay reforzadores innatos, y otros condicionados (o impuestos). Y también primarios y secundarios dependiendo de la relevancia o importancia del hecho. En contraposición a esto está el castigo, que funcionaría teó- ricamente para que la persona deje de realizar determinada conducta, en verdad, para disminuir o reducir la frecuencia de un comportamiento, ya que extraerlo de la misma sería casi imposible. Lo que se supo a través de psicólogos es que los castigos traen como efecto secundario miedos, traumas, e incluso si tiene un trasfondo violento, más violencia para la persona que lo recibe. “Asumimos que se puede predecir y controlar el comportamiento del organismo individual. (Skinner, 1953).
Describió dos tipos de condicionamientos, el respondiente y el operante.