porque el maltrato animal y compran imales silvestres sería un asunto público​

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Respuesta dada por: ItzDyan4Ever
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inicios de octubre del 2019, la Guardia Civil española capturó a un hombre de unos cincuenta años, frente amplia y contextura gruesa, a quien las autoridades de al menos tres continentes consideran uno de los mayores traficantes de aves exóticas hacia Europa. El sujeto se llama Alberto Sierra Olivan y su caída era el último episodio de la llamada Operación Suzaku, una investigación internacional que un año antes resultó en la captura de casi treinta personas y el decomiso de dos mil aves protegidas provenientes de África y América Latina. La operación, coordinada por la Europol -la agencia policial europea especializada en la lucha contra la gran delincuencia internacional y el terrorismo-, permitió desarticular a una organización criminal que procedía con métodos y rutas similares al narcotráfico, con burriers que se traspasaban la mercancía a través de distintos aeropuertos de varios países. Una de esas rutas conectaba directamente con el Perú.

Sierra Olivan está sometido ahora a un pedido de extradición de las autoridades peruanas debido a un episodio que se remonta hasta hace tres años y cuyos detalles habían permanecido casi desconocidos hasta hoy.

La tarde del 25 de junio del 2016, los agentes de seguridad del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, de Lima, lo intervinieron junto a un sujeto que segundos antes había tratado de hacer pasar por el escáner de pasajeros un cargamento de aves vivas escondido en dos maletines de lona. Según documentos fiscales del caso, el primer indicio apareció cuando la pantalla de control dejó ver la silueta de dos ejemplares. Cuando los agentes abrieron el equipaje del sospechoso encontraron una caja de madera y doce pequeñas jaulas con forma de tubo que contenían más de treinta aves.En el cargamento había diecinueve tucanes de distintas variedades y otras catorce aves. Los especialistas del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) confirmaron que al menos cinco de esos ejemplares figuraban en el apéndice III de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), un acuerdo global que apunta a regular el rentable negocio de comprar y vender animales. Para sacarlos del país se requería de un permiso especial otorgado por la autoridad científica del Serfor. El detenido no tenía documento alguno que lo avalara.

El portador de ese cargamento ilícito era un ciudadano peruano llamado Andrés Álvaro Sierra Rodríguez, quien entonces tenía 46 años y dijo ser taxista. Cuando los agentes le preguntaron dónde había obtenido las aves, Sierra Rodríguez dijo que las había comprado en una calle del Centro de Lima conocida por la venta informal de animales exóticos que mucha gente busca como mascotas. Para ese momento, los agentes ya habían puesto la mira sobre Alberto Sierra Olivan. El detonante de la sospecha fue que, al momento de pasar por el escáner, el pasajero español le entregó al peruano una mochila con objetos personales, y minutos después trató de salir de la zona de embarque con el pretexto de que se sentía mal y quería renunciar al viaje.

Ambos dijeron no conocerse. Luego se sabría que eso era mentira.

La investigación policial estableció algunos hechos claves: Álvaro Sierra Rodríguez y Alberto Sierra Olivan se conocían al menos desde hacía un par de meses. Hasta el día del viaje, el sospechoso español estuvo hospedado en un hostal del Callao con el sintomático nombre de “Edén”. Hasta allí lo había visitado el peruano en uno de los tres encuentros que tuvieron en persona. El día en que fueron intervenidos, habían intercambiado equipajes poco antes de pasar los controles. Había una prueba en video: esa tarde el circuito cerrado del aeropuerto captó que Sierra Rodríguez llegó con una mochila y una maleta con ruedas; sin embargo, cuando se presentó a la zona del escáner, solo llevaba los maletines en los que le iban a encontrar las especies prohibidas. Su misión era hacerlas pasar para luego entregarlas a Sierra Olivan. Por ese trabajo le iban a pagar 1.500 dólares.

Parecía una maniobra improvisada, hasta que la policía descubrió que se trataba de un modus operandi

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