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Ya desde la década de los sesenta del S. XX empezó a cobrar importancia la discusión en torno a la participación política, al mismo tiempo que se prestaba mayor atención a conceptos como calidad de vida, emancipación, progreso, solidaridad internacional y democratización. De ahí la frase de Willy Brandt respecto a la necesidad de “atreverse a más democracia”, pues la democracia es el marco propicio para abrir espacios de participación política y social, en especial para quienes juegan con mayores desventajas: los pobres y las minorías étnicas y culturales. Como ocurre con otros conceptos en la Ciencia Política, el de la participación política no es un concepto unívoco, además de que resulta complicado acotarlo y precisar sus alcances y diferencias frente a otros tipos de participación como la social, la ciudadana, la comunitaria, etc. Esto también depende del concepto que manejemos de “política” y de “democracia”, pues por ejemplo, si por aquella entendemos una “lucha por el recto orden” en el amplio sentido de política de bien común, entonces toda participación merecería en última instancia el adjetivo de “política”. Por el contrario, en el caso de que circunscribamos el término “política” a la actividad partidista de acceso al poder, no toda participación podría calificarse como tal.
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