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Respuesta:
Las revoluciones de Europa del Este en 1989 y la caída de los regímenes
estalinistas fueron abordadas por muchos analistas como una señal del fin de
una forma contemporánea de revolución social. La derrota del “comunismo”
removió aparentemente cualquier posibilidad de una alternativa sistémica al
capitalismo, que emergió como el telos de la historia. De aquí en adelante las
únicas revoluciones posibles fueron las de tipo político a nivel del régimen, lo
que pudo verse en el trasfondo de las revoluciones de colores y de la
primavera árabe. Esta interpretación está, sin embargo, basada en una
incomprensión de la naturaleza de los regímenes estalinistas y las
revoluciones que las generaron. Siguiendo el análisis de las categorías de
revolución política y social, y las variantes posteriores, el artículo
argumentará que el estalinismo tuvo que ver por un lado, con una
contrarrevolución (en Rusia) y, por otro lado, con las revoluciones burguesas
contemporáneas (en todos lados), conduciendo en ambos casos a formas de
capitalismo de Estado. Desde esta perspectiva, los efectos negativos de los
regímenes estalinistas en la formación de una conciencia revolucionaria no
tuvieron que ver con su caída, sino más bien con la propia existencia de
dichos regímenes que perpetuaron una idea distorsionada del socialismo. El
artículo concluye que aunque existen reales obstáculos para que la
revolución socialista vuelva a ser un objetivo de lucha, estos están más
relacionados con las derrotas que el neoliberalismo le infligió al movimiento
obrero internacional que a los eventos de 1989.
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