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seo y el Minotauro
Cada siete años, los atenienses debían pagar un cruel tributo al
rey Minos, de la isla de Creta: siete jóvenes y siete doncellas debían
ser llevados en sacrificio a un intrincado laberinto donde vivía un
monstruo terrible, mitad hombre y mitad toro: el Minotauro.
El rey de Atenas, Egeo, debía realizar el sorteo de los jóvenes y
las doncellas. Sin embargo, antes de que comenzara, su hijo Teseo
se ofreció a ir voluntariamente. Su padre quiso disuadirlo, pero el
valiente joven creía que podría derrotar al monstruo. Teseo consultó
al oráculo, y este le aconsejó que hiciera un sacrificio a Afrodita, la
diosa del amor y la belleza. El joven cumplió inmediatamente con la
diosa. Antes de partir, le dijo a su padre:
—Las velas de la nave son negras. Si logro regresar, serán blancas:
¡sabrás que he triunfado!
En Creta, los atenienses fueron llevados ante Minos. Todos lloraban temerosos, menos Teseo. La diosa Afrodita dirigió hacia él la
mirada de la princesa cretense Ariadna y encendió el amor en su
corazón. La princesa buscó a Teseo y prometió ayudarlo. Le entregó
una espada y un ovillo de hilo:
—Lo atarás a la puerta de entrada del laberinto e irás desenrollándolo mientras avanzas. Te guiará de regreso a la salida, una vez que
hayas acabado con el monstruo.
Al día siguiente, los jóvenes atenienses, entre quienes se encontraba Teseo, fueron encerrados en el laberinto. Resonaban los aterradores mugidos del Minotauro en los interminables pasillos. Teseo
ató el ovillo, ordenó a los demás que esperasen junto a la puerta y
avanzó con decisión, desenrollando el hilo de Ariadna.
En un recodo, el Minotauro apareció frente a él. Era enorme. Teseo
luchó valientemente durante horas interminables, hasta que logró
vencerlo.
Una gran alegría invadió a los jóvenes cuando supieron que podían regresar con vida a su ciudad natal. Tanta fue su emoción que
olvidaron cambiar las velas de la nave. Desde una torre, el rey Egeo
divisó que las velas eran negras y, lleno de pena, creyó que su hijo
había muerto. Algunos dicen que por su tristeza, antes de que las
naves llegaran a tierra, el rey se arrojó al mar y se ahogó. Por eso el
mar lleva su nombre.