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1. La sagada familia, que en la iglesia católica se encuentra representada por Jesús, su padre San José y su madre la Virgen María ha sido propuesto como modelo de la integración familiar y de los valores que se desprenden de esta.
Es así como se establece la analogía entre la sagrada familia y la institución familiar en general: una familia conformada por ambos padres y los hijos, concebidos por el amor entre ambos, y responsables de mantener la unidad de la familia, educar a los hijos, y velar por el desarrollo de estos hasta que alcancen la madurez e independencia necesaria para formar una familia. Y a la luz de las enseñanzas religiosas, una familia cuyos valores estén acordes a los mandamientos de Dios, como fué el caso de la sagrada familia.
2. De acuerdo a lo relatado en el texto de los Hechos de los Apostoles, la primera comunidad cristiana una vez congregada recibió al Espiritu Santo, representación de Dios, o tercera persona de la Trinidad Santa, capaz de otorgar al creyente del conocimiento y entendimiento. Esto les permitió comprender la palabra de Dios, vivir en comunidad, y predicar las enseñanzas divinas, como parte de su misión evangelizadora. Al Espiritu Santo se le asocian siete dones que otorga al verdadero creyente: Temor (respeto) a Dios, Sabiduria, Inteligencia, Ciencia, Consejo, Fortaleza y Piedad.
Las primeras comunidades cristianas tuvieron entonces una misión y un trabajo fuerte, el de transmitir las enseñanzas de Jesús, romper con los paradigmas religiosos de su época y difundir en el mundo la existencia de un Dios único, para lo que fueron dotados de los dones del Espiritu Santo (que es Dios) para poder alcanzar su objetivo.
3. El concilio Vaticano II expone, dentro de la documentación reconocida por la iglesia católica, el caracter de fraternidad que deben poseer las comunidades. De acuerdo a la definición de comunidad (común unidad) que es la agrupación de personas que comparten características y persiguen fines comunes, se hace necesario establecer que la sobrevivencia o integridad de una comunidad estará dada por la fraternidad, es decir, la asociación de sus miembros en la búsqueda del bienestar en un ambiente de unidad y cooperación.
Y un aspecto importante de la comunidad, expuesta en el Concilio Vaticano II, es el de la integración religiosa, es decir, que la misma unidad fraterna que caracteriza a la comunidad sea regida por los preceptos de la iglesia, bajo el denominado Carisma Fundacional, que será el motor que impulse todas las características "carismáticas" de esta comunidad: consagración a Dios y a sus enseñanzas, bondad, piedad, caridad, colaboración, unidad, entre otras.
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