Identifica en el contexto cotidiano que te rodea ejemplos donde esté presente la Segunda ley de Newton
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Las leyes de Newton (también conocidas como leyes del movimiento de Newton) son tres principios básicos respecto a la mecánica y movimiento de los cuerpos, que revolucionaron los conceptos de la física en el mundo científico. Sin embargo, no es necesario dedicarse a la ciencia para comprender estos principios; de hecho, son muy prácticos para la vida cotidiana. En este artículo explicaremos los puntos claves para entender la primera de ellas.
Primera ley de Newton o ley de la inercia
“Todo cuerpo permanecerá en reposo o con un movimiento rectilíneo uniforme a no ser que una fuerza actúe sobre él”, es el postulado de la primera ley de Newton o ley de la inercia. Pero, ¿qué significa esto?
Newton retomó la idea de inercia de Galileo Galilei, y llegó a la conclusión de que un cuerpo no puede cambiar por sí solo su estado inicial, ya sea este de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme, a menos que actúe sobre él otra(s) fuerza(s).
Entonces, el gran descubrimiento de la primera de las leyes de Newton es este: los cuerpos siempre tienden a mantener su estado inicial. Es decir, que a menos que sean afectados por el entorno, no cambiarán. Eso se conoce como inercia.
Ejemplos de la ley de inercia en la vida cotidiana
Para entender mejor qué significa la inercia, lo más conveniente es pensarlo con ejemplos prácticos. Pensemos en un partido de fútbol.
Cuando un jugador le pega con fuerza a la pelota bien apuntada en dirección al arco, sólo una cosa puede evitar el gol: las manos del arquero. En este caso, la pelota (cuerpo) tenderá a moverse en la dirección que le haya dado el futbolista (estado inicial), y seguirá así a menos que se interpongan las manos del arquero (fuerza externa).
En este ejemplo, en caso de que el arquero no pueda frenar la pelota, lo hará la red del arco. Y, si el jugador la pateara en un terreno completamente inhóspito, en algún momento la pararía la fuerza del viento y de la gravedad. Pero si un jugador pudiera patear esa pelota en un lugar donde no haya ninguna otra fuerza, ni siquiera la del viento o la gravedad, esta seguiría eternamente en la misma dirección.
Foto de Sven Kucinic / Unsplash
Foto de Sven Kucinic / Unsplash
Otros ejemplos de cómo funciona la inercia en la vida cotidiana
Andar en bicicleta
Cuando pedaleamos en una bicicleta y dejamos de hacerlo, esta sigue moviéndose un poco más, a menos que apretemos los frenos. Eso es así porque las ruedas siguen en movimiento por inercia.
Quitar un mantel sin que se caigan las cosas
Ese “truco” que consiste en sacar rápidamente un mantel de una mesa sin que se caigan las cosas que están encima funciona gracias a la ley de inercia. Los objetos sobre el mantel tenderán a mantenerse en reposo. Por eso, sabiendo cómo hacer el movimiento para que no ejerza demasiada fuerza sobre los objetos, estos no se caerán.
El cinturón de seguridad de los automóviles
Cuando vamos en un coche, si este frena de golpe nuestros cuerpos tenderán a salir despedidos hacia adelante. ¿Por qué? Por la inercia. Nuestro cuerpo se está moviendo a cierta velocidad y tenderá a seguir así, aunque las ruedas del coche frenen. El cinturón de seguridad, entonces, funciona como la fuerza externa que detiene el movimiento hacia adelante y nos salva la vida.
Primera ley de Newton más allá de la física
Finalmente, y como para reflexionar un poco sobre el tema, podemos pensar que la ley de inercia aplica también a la vida en el plano afectivo, psicológico y/o emocional. Después de todo, ¿cuántas veces mantenemos situaciones o relaciones que nos hacen daño simplemente porque no tenemos la fuerza para cambiarlas? ¿Cuánto cuesta cambiar de dirección una vez que hemos arrancado hacia un lugar? ¿Cuántas veces hacemos las cosas simplemente como “siempre se han hecho” sin pensar que pueden ser de otra manera?
Así, cuando escuches el término inercia aplicado al comportamiento humano, ya sabes lo que significa. Esa tendencia a seguir haciendo lo mismo y avanzar siempre en la misma dirección, a menos que algo externo te haga despertar.