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En la actualidad nos encontramos en un punto de inflexión en lo que se refiere al cambio climático. Si bien es cierto que se ha demostrado científicamente que la Tierra ha sufrido sucesivos cambios de temperatura cíclicos, en la actualidad nos vemos inmersos en un proceso de cambio climático debido al incremento de las emisiones de CO2 desde el comienzo de la industrialización alrededor de 1880 hasta hoy. Los gases de efecto invernadero son los encargados de mantener parte del calor de la radiación solar en la atmósfera, y son responsables de que en la Tierra se mantenga una temperatura que posibilita la vida. Sin embargo el progresivo incremento de emisiones a la atmósfera ha provocado un aumento de la temperatura entre 1880 y 2012 de 0.85 °C. Este aumento que puede parecer nimio es ya la mitad del límite de 2 °C que se ha impuesto a nivel internacional, ya que un aumento por encima de 2 ºC en la temperatura a nivel global implicaría que hemos alcanzado un punto de no retorno. Sin embargo, a pesar de la urgencia de la problemática, el nivel de desarrollo alcanzado actualmente requiere de la generación y consumo de grandes cantidades de energía, generando cantidades cada vez mayores de emisiones, que se ven multiplicadas de manera exponencial a medida que aumentan los estándares de vida y la población a nivel global.Tras evaluar la situación actual del planeta, es evidente que uno de los medios principales para frenar este aumento de las temperaturas debe pasar por reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera. Es por ello que cada vez son más los agentes a nivel global que se esfuerzan por revertir estas emisiones a través de diferentes métodos. Una de las soluciones más prometedoras en este campo viene de la mano de la alianza forjada entre el Imperial College de Londres, una de las más prestigiosas escuelas de ingeniería del país y la startup Arborea, que están desarrollando de manera conjunta un sistema de paneles similares a los solares, cuya superficie se encuentra recubierta de plantas microscópicas, capaces de absorber la luz y el CO2 a través de la fotosíntesis y producir material orgánico que puede después ser procesado para generar aditivos alimenticios como el Omega-3. Esta es la diferencia principal entre la fotosíntesis natural y la artificial: mientras que en la natural se emplean la luz, agua y el CO2 como alimentos para producir más hojas y ramas que permitan a la planta desarrollarse, en la artificial se toman estos mismos elementos para generar productos ricos en carbono como el alcohol. Aunque no se trata de una idea novedosa, esta alianza propone aportar valor a través de la reducción de costes y la facilidad de implementación de su solución. Los impulsores de la idea afirman que su solución es capaz de absorber CO2 más rápido que 100 árboles, ocupando solamente la superficie de uno de ellos. Estas afirmaciones no están contrastadas aunque sin duda suponen una atractiva promesa, especialmente al ser posible la instalación de estos paneles en los hogares de las ciudades, aliviando la contaminación provocada por el transporte y la producción. Además, existen también toda una batería de soluciones a este problema global. Recientemente, otra línea de investigación en Harvard ha estado explorando la posibilidad de combinar el hidrógeno resultado de la hidrólisis del agua con el carbono del CO2, mediante la acción de unas bacterias específicas para producir subproductos que puedan resultar de utilidad como el combustible o la biomasa.Otra alternativa la constituye la captura de CO2 directamente del aire, para crear biomasa y posteriormente almacenarla bajo tierra. De esta manera, se pretende recrear de manera artificial las condiciones que se dieron en un primer momento para la creación de los combustibles fósiles. Otra alternativa para este CO2 capturado del aire sería simplemente su almacenamiento en pozos subterráneos. Ambas alternativas resultan excesivamente costosas, e intensivas tanto en terreno como en energía, que previamente ha sido costosa y contaminante de producir. De esta manera, la fotosíntesis artificial se presenta como la alternativa más eficiente en términos de espacio (no requiere tanto como la reforestación de un bosque) y de eficacia, aunque todavía no sea la alternativa más eficiente en costes debido a la tecnología que requiere desarrollo e inversión para su abaratamiento y uso masivo. Esto nos deja ante la gran incertidumbre de cuál será la solución que logre limpiar definitivamente el aire de la atmósfera. Cada vez más empresas buscan un posicionamiento que les permita ser neutrales en las emisiones de carbono que expulsan a la atmósfera con motivo de su actividad empresarial. Las vías de compensar estas emisiones son múltiples, y van desde la inversión en proyectos encargados de retirar emisiones, hasta en la reforestación de áreas particulares.