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Respuesta:
:)
Explicación:
a primera vista, la propuesta de evaluar psicológicamente a los candidatos a cargos de la función pública no parece inadecuada, ya que trata de incorporar al ámbito público prácticas de larga data en el ámbito privado.
Por otra parte, exámenes psicofísicos ya se realizan para un trámite público ampliamente difundido: la obtención de la licencia de conductor.
Sin embargo, a la luz de cómo se conduce en esta ciudad, cabe preguntarse cuáles son los objetivos o parámetros de dicho examen.
Si se trata de conducir los destinos del país, más aún cabría realizar evaluaciones de sus dirigentes, siempre y cuando se explicitaran claramente los objetivos. Porque, ¿cuáles serían los parámetros de la "normalidad" para un diputado o un senador?, ¿qué sería lo que se aceptaría y lo que no se aceptaría?
Por ejemplo, un militar no puede dudar si tiene que matar en el frente de combate, comportamiento que, por cierto, se sale abiertamente de las conductas socialmente aceptadas en cualquier otro contexto y del que no todas las personas somos capaces. Por citar otro caso, las dotes de liderazgo suelen ser compañeras de rasgos psicopáticos de carácter.
Si un aspirante a un cargo público los tiene, ¿habría que rechazarlo por esa razón? De ser así, más de un importante líder político de la historia habría permanecido excluido de la política.
Hacen falta precisiones
Es evidente que se necesitarán muchas precisiones y no pocas discusiones para dar viabilidad a este proyecto. Por mencionar sólo una: ¿qué hacer con los resultados de los rechazados? ¿Serían también públicos o pertenecerían a la esfera privada?
Sin embargo, el riesgo mayor es el de generar falsas expectativas, con el consecuente descrédito para la psicología y la suma de un engaño más a la población.
Cuando pensamos en "transparencia política", los ciudadanos podríamos acordar que no está de más incluir en ese concepto la propuesta de evaluación psicológica.
Pero, sobre todo y más que nada, lo que requerimos es honestidad, idoneidad, patriotismo y capacidad de trabajo. Cuatro puntos cardinales que equivaldrían a encontrar un trébol de cuatro hojas en la política argentina.
primera vista, la propuesta de evaluar psicológicamente a los candidatos a cargos de la función pública no parece inadecuada, ya que trata de incorporar al ámbito público prácticas de larga data en el ámbito privado.
Por otra parte, exámenes psicofísicos ya se realizan para un trámite público ampliamente difundido: la obtención de la licencia de conductor.
Sin embargo, a la luz de cómo se conduce en esta ciudad, cabe preguntarse cuáles son los objetivos o parámetros de dicho examen.
Si se trata de conducir los destinos del país, más aún cabría realizar evaluaciones de sus dirigentes, siempre y cuando se explicitaran claramente los objetivos. Porque, ¿cuáles serían los parámetros de la "normalidad" para un diputado o un senador?, ¿qué sería lo que se aceptaría y lo que no se aceptaría?
Por ejemplo, un militar no puede dudar si tiene que matar en el frente de combate, comportamiento que, por cierto, se sale abiertamente de las conductas socialmente aceptadas en cualquier otro contexto y del que no todas las personas somos capaces. Por citar otro caso, las dotes de liderazgo suelen ser compañeras de rasgos psicopáticos de carácter.
Si un aspirante a un cargo público los tiene, ¿habría que rechazarlo por esa razón? De ser así, más de un importante líder político de la historia habría permanecido excluido de la política.
Hacen falta precisiones
Es evidente que se necesitarán muchas precisiones y no pocas discusiones para dar viabilidad a este proyecto. Por mencionar sólo una: ¿qué hacer con los resultados de los rechazados? ¿Serían también públicos o pertenecerían a la esfera privada?
Sin embargo, el riesgo mayor es el de generar falsas expectativas, con el consecuente descrédito para la psicología y la suma de un engaño más a la población.
Cuando pensamos en "transparencia política", los ciudadanos podríamos acordar que no está de más incluir en ese concepto la propuesta de evaluación psicológica.
Pero, sobre todo y más que nada, lo que requerimos es honestidad, idoneidad, patriotismo y capacidad de trabajo. Cuatro puntos cardinales que equivaldrían a encontrar un trébol de cuatro hojas en la política argentina.