Desde la época de Julio César (siglo I A.C.), había tribus bárbaras
germanas que se habían establecido al norte de los Alpes, al este del río
Rin y al norte del río Danubio. El terreno donde vivían estaba cubierto por
bosques, pero también había pantanos y montañas. El clima era extremo
y el paisaje no era muy acogedor: nadie hubiera pensado que en este
lugar pudiera florecer una civilización. Vivían en poblaciones muy
pequeñas en chozas rudimentarias. Cazaban y pescaban, y tenían
ganado y pequeñas huertas con cereales y vegetales. Les fascinaba la
guerra y les gustaba poco el trabajo rutinario. Tenían a su favor un sentido
de familia muy honesto y arraigado, cumplían con su palabra y adoraban
la libertad. Su forma de gobierno era muy práctica: cuando había
situaciones graves por resolver en materia de guerra, paz, migraciones y
la elección de magistrados, se citaba al consejo de guerreros para que
estos tomaran una decisión.
En general, habían coexistido tranquilamente con los ciudadanos
romanos en la frontera. Algunos inclusive, adoptaron las costumbres
romanas: empezaron a cultivar terrenos más extensos, construir
viviendas más cómodas, vestirse con más elegancia y hacer mejores herramientas de trabajo. Los
germanos eran paganos (no creían en el dogma cristiano). Por ese motivo, los misioneros cristianos
llegaron a predicar la nueva religión y ellos los acogieron. Mientras tanto, el Imperio Romano se
debilitaba. Algunos emperadores trataron en vano de conquistar las tierras de los germanos. Hubo
varias tribus germanas que poco a poco terminaron invadiendo al imperio Romano: Visigodos,
Ostrogodos, Lombardos, Vándalos, Francos y Anglosajones.
Mientras tanto, a partir del siglo IV, venía llegando desde las estepas de Mongolia en el Asia otro
grupo de invasores, los Hunos, en lo que se ha llamado la Gran Migración. Eran grandes jinetes y
su fortaleza estaba en el uso preciso del arco y la flecha. Todos les temían, pues eran muy dados a
la violencia y la brutalidad: arrasaban con todo lo que encontraban a su paso. En el año de 444, los
Hunos con un gran ejército de 100,000 hombres, se unieron bajo el mando de un gran estratega
militar llamado Atila: era tan violento que lo llamaban el látigo de Dios, pues destruía todo.
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Respuestas
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Respuesta: saca lo mas importante de cada parrafo
Explicación:
yokochirris:
ya te di la respuesta
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