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El 8 de Termidor del año II (26 de julio de 1794), Robespierre pronunció un discurso extraño que se podía interpretar como un testamento político, pero también como aviso de que iba a denunciar ante la Convención a nuevos traidores a la revolución. Al día siguiente, apareció uno de sus colaboradores más estrechos, Louis de Saint-Just, para presentar un informe del Comité sin haberlo leído antes a los otros miembros del mismo. Aunque se trataba de una propuesta de conciliación, algunos diputados, aterrados ante la posibilidad de que fuera a reclamar la depuración dando nombres, comenzaron a dar gritos, impidiéndole seguir con el discurso. Un grupo de diputados fue especialmente activo en este sentido, ya que en los días anteriores habían planeado la caída de los robespierristas. Finalmente, después de que el centro le negara su apoyo, Robespierre fue acusado de dictador y detenido junto con otros dos miembros del Comité, Saint-Just y Georges Couthon. El hermano de Robespierre, Augustin, junto con Philippe Le Bas, miembro del Comité de la Seguridad General, pidieron ser arrestados junto con ellos.
Liberados de la cárcel por la comuna de París, que les prestó apoyo, los robespierristas se refugiaron en el edificio del ayuntamiento, respaldados por un sector del ejército mandado por el general Hanriot. Esa misma noche, las tropas leales a la Convención asaltaron el ayuntamiento, que se había ido vaciando a medida que pasaban las horas. El edificio, tras un tiroteo durante el cual Robespierre resultó herido de un disparo en la cara a la altura de la boca (no se sabe si fue autoinfligido o producto de la escaramuza), cayó en manos termidorianas. Al día siguiente, Robespierre fue conducido a la plaza de la Revolución (hoy plaza de la Concordia), en la que cientos de personas habían muerto durante los meses anteriores, y fue guillotinado junto a veintiún colaboradores, entre los que se encontraban Saint-Just, Couthon y el general Hanriot. El cuerpo de Robespierre y el de los demás condenados fue enterrado en una fosa común en el cementerio de Errancis, en la que se vertió cal viva a fin de borrar todo rastro. Su caída acabó con el Terror y con el impulso democrático de la República.
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