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La autoestima se construye en gran medida en la infancia y la adolescencia y da forma a cómo nos vemos a nosotros mismos (autoconcepto) y a cómo nos relacionamos con la familia, los amigos, el trabajo o la pareja. Sea cuál sea nuestro nivel de autoestima, la buena noticia es que, con voluntad, siempre es posible conducirla a niveles que mejoren nuestra calidad de vida.
Según explica a Infosalus Silvia Congost, psicóloga y autora de 'Autoestima automática' (Zenith, 2015), nuestra autoestima se forma a partir del reconocimiento, la aprobación y el afecto de nuestros padres y aunque hasta un 30% de cómo vemos el mundo proceda de la genética, la buena noticia es que hasta un 70% depende del entorno, lo que deja un amplio margen para poder cambiar los aspectos menos positivos.
Para la autora, aunque nuestra autoestima se forme en la infancia y la juventud, durante la vida adulta sus niveles fluctúan y para los momentos en los que está baja existen herramientas para mejorarla y mantenernos en niveles estables y saludables.
"El concepto de autoestima experimentó un 'boom' en los años 70 pero ha continuado desarrollándose porque cada vez somos más conscientes de nosotros mismos, queremos entendernos mejor, conseguir nuestros objetivos vitales y tener más calidad de vida", señala Congost.
La psicóloga expone a Infosalus 10 de los aspectos que juegan en nuestra contra cuando se trata de mantener nuestra autoestima en buena forma y algunas alternativas para contrarrestarlos:
1. El auto-diálogo de desaprobación: destacar siempre lo que hacemos mal no conduce a nada bueno. La opción contraria es el reconocimiento, buscar los aspectos positivos que tenemos, ya que todos contamos con un potencial y unas cualidades individuales valiosas.
2. Compararnos con los demás: porque lo habitual es hacerlo en un sentido de desaprobación, al comparar deberíamos emplear el modelado y ser constructivos para aspirar a aquello que otra persona ha conseguido y que nos gusta. "En los más pequeños la comparación en negativo con los hermanos o los primos, por ejemplo, puede llevar a que desarrollen inseguridad", señala Congost.
3. No poner límites: los límites marcan la frontera de nuestra dignidad, aquello que no es negociable. A pesar de que con las pequeñas cosas del día a día hay que saber adaptarse y ser flexible, aquello que nos hace sentir mal no debe tener lugar, está fuera de estos límites y de esta forma debemos hacerlo saber.
4. No ser asertivos: tener capacidad para expresar aquello que no queremos no es fácil, por ello hay que reflexionar, detenerse un momento y preguntarnos si queremos o no hacer lo que nos piden. "No debemos olvidarnos de nosotros mismos porque esto nos hará infelices, hay que evitar el miedo al rechazo o a no agradar al otro, hay que aprender a decir que no con respeto", señala la autora.
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