Respuestas
Respuesta:
La democracia es una forma abstracta de gobierno. Por eso mismo, su construcción real es un proceso que varía en tiempo y formas, de acuerdo con el desarrollo de la sociedad de que se trate. En México la transición ha ido de un gobierno más autoritario a uno menos autoritario, y en esa evolución se registra el paso de un régimen menos democrático a uno más democrático. La democracia es una construcción en el tiempo.
Entre 1970 y 1982, México vivió nuevos cambios en el gobierno y la sociedad. Este proceso fue, en el plano político, de la "apertura democrática" del Presidente Luis Echeverría Álvarez, a la creación de un sistema nacional de partidos políticos, en el sexenio del Presidente José López Portillo. Aquellas transformaciones en el sistema mexicano fueron concebidas por los primeros mandatarios y se operaron y vigilaron "desde arriba", para adecuar el esquema de poder a las nuevas realidades sociales y culturales imperantes en el país. Las circunstancias hacían insuficiente el, hasta entonces eficaz, orden político basado en un pacto autoritario, sustentado en un partido hegemónico y un poder centralizado en el Presidente de la República. Estas combinaciones se enmarcaban en la no movilización ciudadana y en la aparente unanimidad aprobatoria nacional.
Los nuevos rasgos del país se relacionaban con el tránsito de una sociedad predominantemente rural, con todas sus implicaciones, a una comunidad con formas más urbanas y nuevas presencias en el plano económico. También, con un cambio en el orden social debido al crecimiento cada vez más apresurado de las clases medias y la conformación de un conjunto cultural moderno, aun cuando la modernidad fuera desigual o limitada a determinados espacios en la vida de los mexicanos. Además, nuestras evoluciones se daban con el trasfondo de cambios mundiales, como lo fueron los impactos económicos de la post–guerra y el nuevo ascenso estruendoso, aunque momentáneo, del socialismo realmente existente. El país estaba inmerso en la "guerra fría", de la propuesta socialista contra la del capitalismo, y en una creciente y complicada interdependencia entre los Estados nacionales.
De todas maneras, el sistema mexicano, con los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, inició un nuevo e intenso ciclo de transformaciones para adecuarse a los tiempos históricos propios y las realidades de su entorno regional o mundial. El complicado escenario obligaba al gobierno del país a cambiar, con la premura posible, su política, por simples razones de gobernabilidad y de permanencia. También para mostrar un nuevo rostro ante los interlocutores internos y externos. Es decir, por razones estéticas prácticas en el nuevo escenario mundial, que evolucionaba hacia un consenso en el que la democracia contenía toda suerte de prestigios y expectativas. Cuando, incluso, varias dictaduras en distintos lugares del mundo, civiles o militares, comenzaron a autonombrarse promotoras o garantes de la propuesta democrática.
Este ensayo tiene como propósito examinar algunos rasgos sobresalientes de aquel otoño del "viejo" sistema político mexicano. Se busca contribuir a desmantelar, o por lo menos cuestionar, la idea de que la democratización, o modernización, mexicana se inició el 2 de julio del año 2000, con la derrota del PRI en las elecciones para la Presidencia de la República. En mi opinión, el asunto es más complicado e impone hacer reflexiones menos ideológicas. Requiere de referencias menos ortodoxas y más imaginativas, que nos acerquen a definir lo que pasó y a explicar cómo se inició, o se reinició, la larga y complicada secuela de cambios en el país.
La hipótesis central es en el sentido de que la sociedad mexicana experimentó una evolución más dinámica a partir de los años de postguerra. Estas evoluciones condujeron a un entramado distinto, en el que el sistema político se vio en la tesitura de modificarse para sobrevivir. Sin embargo, las transformaciones, con reformas de diferente naturaleza, tuvieron origen en el propio gobierno. El grupo gobernante, en ese orden, orientó las reformas hacia el plano político, para evitar un colapso en la estructura social con implicaciones radicales que, en el período histórico que aquí se examina, no eran vistas como lejanas o descabelladas.