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Aunque el Origen de las Especies no es el primer libro sobre evolución, en el sentido de que las especies pueden cambiar a través del tiempo, con sus seis ediciones revisadas (1859, 1860, 1861, 1866, 1869 y 1872, John Murray, Londres) y muchísimas reimpresiones, convirtió a Charles Darwin (1809-1882) en uno de los más influyentes pensadores de todos los tiempos y tuvo más de un efecto en la vida del ser humano que cualquiera otra obra no religiosa en la historia de la humanidad (Ghiselin & Goldie 1997).
La idea de la evolución aparece en diversas obras, incluso de la antigüedad. Darwin utilizó la expresión descendencia con modificación, y que más tarde se conocería como evolución. El gran naturalista sólo empleó este último término en El Origen del Hombre (1871) y a partir de la quinta edición de El Origen de las Especies (1869).
Darwin no fue el inventor de la idea de la evolución, formulada, entre otros, por el naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) y por su propio abuelo Erasmus Darwin (1731-1802), pero supo, primero, organizar los argumentos para presentar a la evolución como un hecho, y, luego, proponer a la selección natural, como mecanismo de ella (Milner 1995), que él explicó por analogía con la crianza o cultivo selectivo en la agricultura, con materiales, razonamientos y ejemplos que había recopilado en su largo viaje alrededor del mundo a bordo del H.M.S. Beagle (1831-1836) bajo el mando del capitán Robert FitzRoy (1805-1865), y después de muchos años de reflexión.
Aunque casi sin discusión se atribuye la paternidad de la teoría de la selección natural a Darwin, más de una vez se han alzado voces que han propuesto que la teoría de la evolución por medio de la selección natural se denomine teoría de Darwin-Wallace (Milner 1995) o teoría de Wallace-Darwin siguiendo un procedimiento nomenclatural como en la ley de Hardy y Weinberg (Josa i Llorca 2008).
Las principales ideas que Darwin plasmaría en El Origen de las Especies las inició en un cuaderno de notas abierto en 1837; en 1842 ya tenía un bosquejo de 13 páginas, y en 1844 había hecho un resumen de 232 páginas, que fueron presentadas a la Linnean Society para su publicación en coautoría (1858) con Alfred Russel Wallace (1823-1913), que había desarrollado la teoría de la selección natural trabajando independientemente. Aunque Darwin se refería siempre a "mi teoría", Wallace, con su modestia y caballerosidad habitual lo apoyaba ("es suya y sólo suya") a partir de la quinta edición (1869).
Wallace llegó a concebir sus concepciones evolucionistas no desde la analogía con la selección artificial de animales domésticos, como Darwin, sino de sus observaciones en la distribución natural de vegetales y animales en el archipiélago de las Mo-lucas (actualmente Malasia), cuyos resultados había comunicado a Darwin.
Temiendo que Wallace tomara la delantera, en trece meses, redactó, con 155.000 palabras lo que hoy conocemos como El Origen de las Especies, proyectado como un resumen de una obra más amplia que nunca concretó (Milner 1995).
EL ORIGEN DE LAS ESPECIES
El Origen de las Especies fue escrito para un público especializado: en su texto se citan 192 autores en los diferentes capítulos con sus descripciones de material biológico, descubrimientos, afirmaciones, opiniones; además, 34 autores en el análisis bibliográfico histórico (21 de ellos no citados en los capítulos) en el Bosquejo Histórico Sobre el Progreso de las Opiniones Sobre el Origen de las Especies Antes de la Publicación de la Primera Edición de esta Obra. En suma, Darwin se basó en una numerosa bibliografía. Y, para facilitar la lectura del texto, solicitó al entomólogo y traductor inglés William Sweetland Dallas (1824-1890) que confeccionara un Glosario que fue incorporado desde la primera edición de la obra.
Constituido en una de las grandes obras clásicas de la ciencia, era un libro denso y difícil en opinión de los mejores amigos de Darwin, tanto que éste, inseguro de que fuera bien recibido por los no especialistas, ofreció cubrir los gastos de su publicación. Sin embargo, la primera edición, de 1250 ejemplares se agotó en las librerías el primer día (24 de noviembre de 1859) y se ha reeditado continuadamente desde entonces (Milner 1995).
Actualmente no es un libro muy leído, excepto por biólogos profesionales. Sin embargo, es mucha la gente que emite opiniones sobre él, la gran mayoría de las veces injustificadas. Es conveniente traer a colación la frase de Huxley (1859a): "Aquellos que quieran juzgar el libro, deben leerlo".
Explicación:
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