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Respuesta:
Cuento las mil y una noche Pudo encontrar tranquilidad a partir de la venganza?
dejar la ciudad. ¿Cuán sería la conducta de esta esposa si me ausentase algún tiempo para estar con mi
hermano?” Desenvainó inmediatamente el alfanje, y acometiendo a ambos, los dejó muertos sobre los tapices del lecho. Volvió a salir, sin perder una hora ni un instante, y ordenó la marcha de la comitiva. Y viajó
de noche hasta avistar la ciudad de su hermano.
Entonces éste se alegró de su proximidad, salió a su encuentro, y al recibirlo, le deseó la paz. Se regocijó
hasta los mayores límites del contento, mandó adornar en honor suyo la ciudad y se puso a hablarle lleno de
efusión. Pero el rey Schahzaman recordaba la fragilidad de su esposa, y una nube de tristeza le velaba la
faz. Su tez se había puesto pálida y su cuerpo se había debilitado. Al verle de tal modo, el rey Schahriar
creyó en su alma que aquello se debía a haberse alejado de su reino y de su país, lo dejaba estar sin preguntarle nada. Al fin, un día, le dijo: “Hermano, tu cuerpo enflaquece y su cara amarillea.” Y el otro respondió: “¡Ay, hermano, tengo en mi interior como una llaga en carne viva-
!” Pero no le reveló lo que le había ocurrido con su esposa. El rey Schahriar le dijo: “Quisiera que me acompañase a cazar a pie y a caballo,
pues así tal vez se esparciera tu espíritu.” El rey Schalizaman no quiso aceptar y su hermano se fue solo a la
cacería.
Había en el palacio unas ventanas que daban al jardín, y habiéndose asomado a una de ellas el rey Schahzaman, vio corno se abría una puerta secreta para dar salida a veinte esclavas y veinte esclavos, entre los
cuales, avanzaba la mujer del rey Schahciar en todo el esplendor de su belleza, y ocultándose para observar
lo que hacían, pudo convencerse de que la misma desgracia de que él había sido víctima, la misma o mayor, cabía a su hermano el sultán.
Al ver aquello, pensó el hermano del rey: “¡Por Alah! Más ligera es mi calamidad que esta otra.” Inmediatamente, dejando que se desvaneciese su aflicción, se dijo: “¡En verdad, esto es más enorme que cuanto
me ocurrió a mí!” Y desde aquel momento volvió a comer y beber cuanto pudo.
A todo esto, el rey, su hermano, volvió de su excursión y ambos se desearon la paz íntimamente. Luego
el rey Schahriar observó que su hermano el rey Schalizaman acababa de recobrar el buen color, pues su
semblante había adquirido nueva vida, y advirtió también que comía con toda su alma después de haberse
alimentada parcamente en las primeros días. Se asombró de ello, y dijo: -
”Hermano, poco ha te veía amarillo de tez v ahora has recuperado los colores. Cuéntame qué te pasa.” El rey le dijo: “Te contaré la causa de
mi anterior palidez, pero dispénsame de reterirte el motivo de haber recobrado los colores.” El rey replicó:
“Para entendernos, relata primeramente la causa de tu pérdida de color y tu debilidad.” Y se explicó de este
modo: “Sabrás, hermano, que cuando enviaste tu visir para requerir mi presencia, hice mis preparativos de
marcha, y salí de la ciudad. Pero después me acordé de la joya que te destinaba y que te di al llegar a tu
palacio. Volví, pues, y encontré a mi mujer y a un esclavo negro departiendo con gran familiaridad. Los
maté a los dos, y vine hacia ti, muy atormentado por el recuerdo de tal aventura. Este fue el motivo de mi
primera palidez y de mi enflaquecimiento. En cuanto a la causa de haber recobrada mi buen color, dispénsame de mencionarla.”
Cuando su hermano oyó estas palabras, le dijo: “Por Alah te conjuro a que me cuentes la causa de haber
recobrado tus colores.” Entonces el rey Schalizaman le refirió cuanto había visto. Y el rey Schaliriar dijo:
“Ante todo, es necesario que mis ojos vean semejante cosa.” Su hermano le respondió: “Finge que vas de
caza, pera escóndete en mis aposentos, y serás testigo del espectáculo: tus ojos lo comprobarán.”
Inmediatamente, el rey mandó que el pregonero divulgase la orden de -marcha. Los soldados salieron con
sus tiendas fuera de la ciudad. El rey marchó también, se ocultó en su tienda y dijo a sus jóvenes esclavos:
“¡Que nadie entre!” Luego se disfrazó, salió a hurtadillas y se dirigió al palacio. Llegó a los aposentos de su
hermano, y se asomó a la ventana que daba al jardín. Apenas había pasado una hora, cuando salieron las
esclavas, rodeando a su señora, y tras ellas los esclavos. E hicieron cuanto había contado Schahzaman.
Cuando vio estas cosas el rey Schahriar, la razón se ausentó, de su cabeza, y dijo a su hermano: “Marchemos para saber cuál es nuestro destino en el camino de Alah, porque nada de común debemos tener con
la realeza hasta encontrar a alguien que haya sufrido una aventura semejante a la nuestra. Si no, la muerte
sería preferible a nuestra vida.” Su hermano le contestó lo que era apropiado, y ambos salieron por una
puerta secreta del palacio. Y no cesaron de caminar día y noche, hasta que por fin llegaron a un árbol, en
¡