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El Evangelio (Lc 4:24-30) ocurre en seguida que Jesús toma postura y define su misión con el pasaje del profeta Isaías (Is 61:1-2) que proclamó en la sinagoga de Nazaret, el cual reflejaba la situación de la Galilea en el tiempo de Jesús: Anunciar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, restituir la libertad a los oprimidos. Jesús lo actualiza al decir: “¡Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír!” Así las cosas, Jesús comienza diciendo: “En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.” Vale recordar que Jesús conocía el interior de las personas y sabía que los nazarenos sentían mal genio hacia Él, pues no había hecho ningún milagro en Nazaret como en Cafarnaum. En el fondo, aquellos confiaban su fe en el cumplimiento de la Ley y no aceptaban la nueva imagen de Dios comunicada por Jesús al interpretar los textos sagrados, en este caso el del profeta Isaías. Pero para ayudar a la comunidad a superar el escándalo y entender la universalidad de la acción salvífica de Dios, Jesús emplea dos historias bien conocidas del A.T.: 1) A pesar de haber muchas viudas había en Israel en tiempos del profeta Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y hubo gran hambre, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda, en tierra extranjera de Sarepta, de Sidón (1 Re 17:7-16); y, 2) De los muchos leprosos que había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, ninguno de ellos fue purificado por Eliseo, quien se ocupó de Naamán, del país de Siria (2 Re 5:14). Al oírlo, los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, se levantaron y le arrojaron fuera de la ciudad, lo llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle pero Jesús mantuvo la calma, la actitud agresiva de los otros no consiguió desviarle de su camino, pasó en medio de ellos y se marchó. Nótese que Jesús acababa de definir su Misión Redentora y Salvadora ante la gente de Nazaret, quien se admira por un instante pero ellos al darse cuenta quién es Jesús, no entienden como posible que sea el Mesías anunciado por Isaías, al no concebir que Dios actúe a través de personas del común, y eso también sucede con nosotros. Por eso, Jesús crítica la actitud del auditorio, señalando que ningún profeta es bien visto en su tierra y para ayudar a comprender que sí es el Profeta anunciado, el Mesías esperado, trae a colación las historias de la Sagrada Escritura de la viuda de Sarepta y el leproso Naamán de Siria, pretendiendo abrir la mente de la comunidad de Nazaret al Anuncio del Año de Gracia y a comprender que la acción redentora y salvífica del Reino de Dios es para toda la humanidad, no sólo para el pueblo de Israel pero eso provoca mayor disgusto aún, al punto que desean matarlo, lo llevan a un monte para despeñarlo pero con autoridad Él se abre paso entre ellos y se marcha. Muchos de nosotros los cristianos, tenemos una mentalidad de ser mejores que los demás y por ello consideramos que nos deben imitar para alcanzar la salvación pero la realidad es que sólo Dios es el Único que tiene la autoridad para hacerlo y con su Misericordia infinita acoge a todos e invita a la humanidad a imitarlo en la persona de Jesús, el Verbo Encarnado, quien hizo la Voluntad del Padre, no la de Él. Vivamos a plenitud este Año Jubilar de la Misericordia y permitámosle a Jesús actuar en nuestra vida para ayudarle a proclamar y llevar a cabo el Año de Gracia del Señor. ¡Jesús, en Ti confío!
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que nadie es profeta
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y te recibirán bien en su tierra
espero te ayude