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El lobo y el perro
En un monte muy lejano un pobre Lobo, iba arrastrando su pobre cuerpo en busca de algo con lo que poder alimentarse. Al llegar a un claro, se encontró con un precioso y orondo Perro, al que se acercó rápidamente para conocer su secreto. -Oye perro-dijo el Lobo- ¿Cómo has conseguido esa saludable apariencia? -Trabajando muy duro para mi dueño. -Vaya ¿y no tendrá tu amo un hueco en su casa para mí? -No creo que tenga nada para ti, pero sí que conozco un lugar en el que necesitan a alguien de tus características. Acompáñame de vuelta a casa y con gusto te llevaré a tu nuevo hogar, en el que no habrá de faltarte bocado si cumples con tu cometido. -Suena muy bien Perro. ¿Cuál será mi trabajo? -Depende de lo que tu dueño necesite, ya que en cada época del año suelen asignarte una nueva labor, pero fundamentalmente tendrás que defender la propiedad y evitar que entren en casa gentes extrañas. -Creo que podré hacerlo a la perfección. Contento con la certeza de poder volver a llenar su estómago de comida, marchó feliz junto al perro de vuelta a casa. Mientras continuaban su alegre conversación, el Lobo se dio cuenta de un extraño elemento. -Amigo Perro, te he estado observando y he visto que llevas algo en el cuello ¿podrías decirme que es? – ¿Esto?- dijo señalando su cuello- Tan solo es el collar con el que mi dueño me agarra a la cadena. -¿Una cadena? –preguntó el Lobo muy sorprendido- Acaso pretendes decir que no tienes libertad para moverte a donde gustes. – Hay algunas veces que sí y otras que no. ¿Por qué te interesa tanto saberlo? -Pues yo soy un animal que goza de la libertad y si para poder comer todos los días, he de renunciar a ella, prefiero morir de hambre antes de verme preso. Y tras decir esto, sacó las pocas fuerzas que le quedaban para volver a huir al bosque.
En un monte muy lejano un pobre Lobo, iba arrastrando su pobre cuerpo en busca de algo con lo que poder alimentarse. Al llegar a un claro, se encontró con un precioso y orondo Perro, al que se acercó rápidamente para conocer su secreto. -Oye perro-dijo el Lobo- ¿Cómo has conseguido esa saludable apariencia? -Trabajando muy duro para mi dueño. -Vaya ¿y no tendrá tu amo un hueco en su casa para mí? -No creo que tenga nada para ti, pero sí que conozco un lugar en el que necesitan a alguien de tus características. Acompáñame de vuelta a casa y con gusto te llevaré a tu nuevo hogar, en el que no habrá de faltarte bocado si cumples con tu cometido. -Suena muy bien Perro. ¿Cuál será mi trabajo? -Depende de lo que tu dueño necesite, ya que en cada época del año suelen asignarte una nueva labor, pero fundamentalmente tendrás que defender la propiedad y evitar que entren en casa gentes extrañas. -Creo que podré hacerlo a la perfección. Contento con la certeza de poder volver a llenar su estómago de comida, marchó feliz junto al perro de vuelta a casa. Mientras continuaban su alegre conversación, el Lobo se dio cuenta de un extraño elemento. -Amigo Perro, te he estado observando y he visto que llevas algo en el cuello ¿podrías decirme que es? – ¿Esto?- dijo señalando su cuello- Tan solo es el collar con el que mi dueño me agarra a la cadena. -¿Una cadena? –preguntó el Lobo muy sorprendido- Acaso pretendes decir que no tienes libertad para moverte a donde gustes. – Hay algunas veces que sí y otras que no. ¿Por qué te interesa tanto saberlo? -Pues yo soy un animal que goza de la libertad y si para poder comer todos los días, he de renunciar a ella, prefiero morir de hambre antes de verme preso. Y tras decir esto, sacó las pocas fuerzas que le quedaban para volver a huir al bosque.
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