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El 21 de junio de 1810, llegó a Asunción el enviado de la junta de Buenos Aires, el coronel de milicias José de Espínola y Peña.
Los miembros de la junta de Buenos Aires sabían de la enemistad entre Espínola y Peña y el gobernador del Paraguay Bernardo de Velasco. Este lo había destituido dos veces de su cargo y había manifestado al virrey Cisneros que rever esa decisión implicaría "un disgusto general en esta provincia".11 También sabían que el cabildo de Asunción había solicitado al virrey que no volviera a darle cargo alguno en el Paraguay.
Con este nombramiento la junta de Buenos Aires manifestó la magnitud de su poder que podía "funcionar con todo su rigor y en el límite extremo de su racionalidad violenta aun en manos de alguien que resultaba descalificado".12 La descalificación de Espínola y Peña era triple: por sus características personales; por sus antecedentes políticos; y por tener el cargo de simple emisario del gobierno de Buenos Aires.
Los historiadores, además de exagerar la importancia de esta gestión, la calificaron como un error de la Junta y la justificaron como fruto de la improvisación, la urgencia y el desconocimiento de la "psicología de los pueblos del interior".1314 Sin embargo, a posteriori, la junta de Buenos Aires mantuvo su política de utilizar a esta conflictiva familia para sus fines de sujeción y tras la muerte del coronel Espínola y Peña, en septiembre de 1810, ordenó a sus dos hijos, José y Ramón, que se pongan a disposición de Belgrano como edecanes en la expedición militar contra el Paraguay.
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