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-EL PROBLEMA CENTRAL DE MAX WEBER
Adentrarse en la obra de Max Weber es un arriesgado empeño. Todos
los intentos de acercamiento a la misma conllevan, inevitablemente, el riesgo
de entrar en la polémica sobre el carácter de las modernas ciencias sociales.
Cualquiera que sea el «espíritu» que las anima, su poder descansa desde
hace mucho tiempo en bases mecánicas. Quizá nunca hasta ahora en la
historia de la ciencia se ha podido imponer un «paradigma», una ortoxia,
con tal energía y vigencia al mismo tiempo que con tan escaso esfuerzo intelectual. Apenas desafiadas, conscientes de su utilidad, las modernas ciencias
sociales sólo en contadas ocasiones necesitan del recurso a la autoridad. La
más grande, que suscita veneración e impone silencio, es Max Weber. En él
ha de apoyarse quien ose cuestionar la legitimidad de la ciencia social dominante.
* El texto de este artículo sigue, en lo esencial, el de la primera de dos lecciones
que dicté en mayo de 1982 en la Universidad de Oxford por invitación del Nuffield College. El contenido esencial de este artículo también lo expuse el 11 de
mayo de 1982, en el «Postgraduate Seminar in the History of Political Thougt» de
la London School of Economics and Political Science, por invitación de Elie Kedourie. El propósito global esbozado en la pág. 34 y ss., lo pude someter a discusión, en marzo del mismo año, en un Seminario Germano-Italiano del Instituto de Historia de la Universidad de Trento, por invitación de Pierangelo Schiera. A todos los
participantes les doy las gracias por su aliento y estímulo. El impulso para ocuparme
de nuevo, después de casi un cuarto de siglo, de Weber se lo debo a mi amigo Richter, cuya invitación al Congreso de la Conference Group of Political Thought en New
York, en abril de 1981, dedicado al problema de la legitimidad me «obligó» a ello.
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Revista de Estudios Políticos (Nueva Época)
Núm. 33. Mayo-Iunlo 1983
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WILHELM HENNIS
Desde hace treinta años, las mentes se separan en Weber. Las únicas
grandes polémicas sobre la autoridad de Weber como guía intelectual de
las modernas ciencias sociales coinciden con su auge. Quien encontrara esta
ciencia, que está llegando al poder, vacía y nula, prescindiendo de su
utilidad técnico-social o precisamente a causa de ello, debería apartarse de
él. Georg Lukács y Herbert Marcuse lo hicieron de una manera, Leo Strauss
y Eric Voegelin lo hicieron de otra. En cada uno de los casos se trata claramente de «separaciones» dolorosas (1) —como siempre: entregaron a Weber
al vencedor sonriente—. Como estimado antepasado y dios familiar adorna,
desde entonces, el templo de la victoria de las modernas ciencias sociales.
¿Está Weber allí correctamente ubicado? Quisiera enfrentarme a esta
pregunta. No se trata de ningún punto de vista «original». Todos los intentos en torno a la obra de Weber deben partir del estado actual de la cuestión. En la investigación sobre Weber existe unanimidad sobre los desiderata
más urgentes. Tenemos que posponer el deseo de una oportuna biografía, que
sustituya al Lebensbild de Marianne Weber, hasta la edición del ostensiblemente voluminoso epistolario. La investigación sobre Weber deberá apoyarse, aún durante bastante tiempo, en las ediciones existentes (2). Para un
conocimiento más profundo del que es hoy posible sólo cabe esperar una
revisión del epistolario, de manera radical si cabe.