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El cambio climático afecta también a lagos y ríos: sufren un proceso de acidificación diferente al de los océanos pero que afecta también negativamente a la vida de diferentes especies. Los animales afectados por las mayores concentraciones de CO2 en el agua dulce pierden capacidad de detectar y de defenderse de los depredadores.
Los océanos terrestres absorben alrededor del 40% de todo el dióxido de carbono (CO2) emitido a la atmósfera. Este CO2 acidifica el agua salada, que como consecuencia daña a la fauna marina, especialmente a los moluscos, mediante un fenómeno llamado acidificación de los océanos. Ahora sabemos que no sólo los océanos sufren las consecuencias de las emisiones de CO2, ya que el agua dulce también se ve afectada.