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La contaminación es el legado de la industria minera tal como se le permitió operar en el país durante más de un siglo. Empresas que excavaban en busca de plata, plomo, oro y otros minerales podían abandonarlas cuando dejaban de ser rentables, dejando el agua que aún se filtra de las minas o es tratada con fondos de los contribuyentes. A partir de pedidos de archivos públicos y a investigadores independientes, la AP examinó 43 sitios de minería bajo supervisión federal, algunos de los cuales contienen decenas o incluso cientos de minas individuales.
Los archivos revelan que un promedio de 189 millones de litros (50 millones de galones) de agua contaminada se filtra diariamente de los sitios. En muchos casos, fluye sin ser tratada a aguas subterráneas, ríos y lagunas: una dosis diaria de 76 millones de litros (20 millones de galones) de contaminación que llenaría más de 2.000 camiones cisterna. El resto de los desechos es retenido o tratado a un costo elevado, un esfuerzo que deberá continuar por tiempo indeterminado, acaso miles de años, con escasas esperanzas de reembolso.
Estos volúmenes superan de lejos el del desastre de la mina Gold King de Colorado en 2015, cuando una cuadrilla de limpieza de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) provocó accidentalmente la descarga de 11,4 millones de litros (3 millones de galones) de fango color mostaza que contaminó ríos en tres estados. En muchas minas, la contaminación continúa décadas después de su inclusión en el programa federal Superfund de limpieza de los sitios más peligrosos, el que enfrenta fuertes recortes bajo el presidente Donald Trump.
Las autoridades federales temen que al menos seis de los sitios examinados por AP pudieran sufrir desastres como el de Gold King. En algunos sitios hay enormes acumulaciones de desechos tóxicos mineros conocidos como relaves. Un desastre en Brasil el mes pasado dejó al menos 169 muertos y 140 desaparecidos. Otro en la provincia canadiense de Columbia Británica en 2014 lanzó millones de metros cúbicos de fango contaminado a un lago cercano, en uno de los desastres ambientales más graves que haya sufrido el país.
Pero aparte de los accidentes calamitosos, muchas minas generan el problema crónico de la contaminación incesante. En las montañas de las afueras de Helena, la capital de Montana, unos 30 hogares no pueden beber el agua corriente debido a que el agua subterránea fue contaminada por unas 150 minas abandonadas de oro, plata y cobre que funcionaron desde la década de 1870 hasta 1953.
La población de Rimini fue incluida en la lista Superfund en 1999. Se reemplazó la tierra contaminada de los jardines de las casas y la EPA las ha provisto de agua embotellada durante una década. Pero el agua contaminada sigue corriendo de las minas al arroyo Upper Tenmile. “Es muy bueno que provean agua embotellada”, dijo la pobladora Catherine Maynard, analista de recursos naturales para el Departamento de Agricultura federal. “Pero es insuficiente porque no viene por los caños. El agua que viene por los caños es agua contaminada. Lavar los platos, bañarse… esa agua cargada de metales es la que corre por nuestros caños”.
Se calcula que los sitios de minas abandonadas suman 161.000 en 12 estados del oeste y hasta medio millón en todo el país. Al menos 33.000 de ellos han degradado el medio ambiente, según la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de Estados Unidos (GAO por sus siglas en inglés), y cada año se descubren miles más. En algunos lugares el problema de la contaminación permanente resiste todos los intentos de hallar una solución. Entre ellos:
En el distrito minero Tar Creek, del este de Oklahoma, las vías fluviales carecen de vida y la sangre de los niños muestra niveles elevados de plomo a pesar de 20 años de esfuerzos para limpiar las minas de plomo y zinc. A pesar de los 300 millones de dólares invertidos desde 1983, apenas una pequeña fracción de la tierra afectada ha sido recuperada, y el agua contaminada sigue fluyendo.
En la mina Iron Mountain del norte de California, las cuadrillas se esfuerzan por contener el agua altamente ácida que se filtra a través de una antigua mina de cobre y zinc a un afluente del río Sacramento. La mina descargaba seis toneladas diarias de fango tóxico hasta que la EPA realizó una limpieza. Las autoridades gastan 5 millones de dólares anuales para retirar el fango venenoso que provocaba grandes mortandades de peces y prevén que continuarán haciéndolo para siempre.
En las montañas San Juan de Colorado, donde se produjo el desastre de Gold King, unos 400 sitios mineros abandonados o inactivos aportan 57 millones de litros (15 millones de galones) de drenaje ácido por día. Este panorama de sitios contaminados se produjo bajo las normas de minería que permanecen prácticamente intactas desde que se aprobó la Ley de Minería de 1872.
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