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Desde nuestra experiencia en el contacto diario con mujeres y con hombres seropositiv@s hemos venido notando que muchas de las necesidades y demandas de las personas afectadas tienen que ver con aspectos
más generales que la problemática específica relacionada con el VIH.
Es más, la aparición del VIH/SIDA en nuestras vidas pone de manifiesto
aquellas creencias, actitudes, comportamientos, y modelos de vida y
pensamiento en que las personas nos vemos envueltas y que han
supuesto, en numerosas ocasiones, factores de vulnerabilidad que han
determinado la exposición a determinados riesgos, incluido el de contraer la infección por VIH.
Es por ello por lo que creemos que el trabajo emocional y personal debe
abarcar mucho más allá que la resolución de situaciones o conflictos
derivados específicamente de la infección por el VIH. Debe analizar y
confrontar los elementos y factores que en un momento dado han
podido ponernos en una situación de riesgo, elementos que tienen que
ver con los modelos de sexualidad culturalmente determinados, con los
roles de género y con su mandato social que nos dicen qué debemos
hacer, pensar y sentir por el hecho de ser mujeres u hombres, lo cual
tiene que ver con cómo nos sentimos como personas en una sociedad
en la que la diversidad es todavía un valor por adquirir... Y el trabajo
emocional debe tener en cuenta estos factores, ya que sin ellos no
podremos disponer de las herramientas necesarias para paliar los efectos de la infección ni disminuir las condiciones y situaciones que contribuyen al mantenimiento de determinadas conductas de riesgo. Si no
se interviene directamente en los factores de vulnerabilidad será difícil
romper con la dinámica que una y otra vez nos sitúa en condiciones de
exposición a determinados riesgos y que nos impide prevenir el avan
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