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Respuesta:
Aguedita Paz era una criatura entregada a Dios y a su santo servicio. Monja fracasada por estar ya pasadita de edad cuando le vinieron los hervores monásticos, quiso hacer de su casa un simulacro de convento, en el sentido decorativo de la palabra; de su vida algo como un apostolado, y toda, toda ella se dio a los asuntos de iglesia y sacristía, a la conquista de almas a la mayor honra y gloria de Dios, mucho aconsejar a quien lo hubiese o no menester, ya que no tanto a eso de socorrer pobres y visitar enfermos.
De su casita para la iglesia y de la iglesia para su casita se le iban un día, y otro y otro, entre gestiones y santas intriguillas de fábrica, componendas de altares, remontas y zurcidos de la indumentaria eclesiástica, "toilette" de santos, barrer y exornar todo paraje que se relacionase con el culto.
En tales devaneos y campañas llegó a engranarse en íntimas relaciones y compañerismo con Damiancito Rada, mocosuelo muy pobre, muy devoto, y monaguillo mayor en procesiones y ceremonias, en quien vino a cifrar la buena señora un cariño tierno a la vez que extravagante, harto raro por cierto en gentes célibes y devotas. Damiancito era su brazo derecho y su paño de lágrimas: él la ayudaba en barridos y sacudidas, en el lavatorio y lustre de candelabros e incensarios; él se pintaba solo para manejar albas y doblar corporales y demás trapos eucarísticos; a su cargo estaba el acarreo de flores, musgos y forrajes para el altar, y era primer ayudante y asesor en los grandes días de repicar recio, cuando se derretía por esos altares mucha cera y esperma, y se colgaban por esos muros y palamentas tantas coronas de flores, tantísimos paramentones de colorines.
Sobre tan buenas partes era Damiancito sumamente rezandero y edificante, comulgador insigne, aplicado como él solo dentro y fuera de la escuela, de carácter sumiso, dulzarrón y recatado, enemigo de los juegos estruendosos de la chiquillería, y muy dado a enfrascarse en "La Monja Santa", "Práctica de Amor a Jesucristo" y en otros libros no menos piadosos y embelecadores.
Prendas tan peregrinas como edificantes fueron poderosas a que Aguedita, merced a sus videncias e inspiraciones, llegase a adivinar en Damián Rada no un curita de misa y olla, sino un doctor de la Iglesia, mitrado cuando menos, que en tiempos no muy lejanos había de refulgir cual astro de sabiduría y santidad, para honra y glorificación de Dios.
Lo malo de la cosa era la pobreza e infelicidad de los padres del predestinado y la no mucha abundancia de su protectora. Mas no era ella para renunciar a tan sublimes ideales: esa miseria era la red con que el Patas quería estorbar el vuelo de aquella alma que había de remontarse serena, serena como una palomita, hasta su Dios. ¡Pues no! ¡No lograría el Patas sus intentos! Y discurriendo, discurriendo, cómo rompería la diabólica maraña, diose a adiestrar a Damiancito en tejidos de red y "crochet"; y tan inteligente resultó el discípulo, que al cabo de pocos meses puso en cantarilla un ropón con muchas ramazones y arabescos que eran un primor, labrado por las delicadas manos de Damián.
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Explicación:
Aguedita Paz era una criatura entregada a Dios y a su santo servicio. Monja fracasada por estar ya pasadita de edad cuando le vinieron los hervores monásticos, quiso entonces hacer de su casa un simulacro de convento, pero solo en el sentido decorativo de la palabra.
Y discurriendo y pensando en cómo rompería la diabólica maraña, la muy recursiva señora se dio a educar y adiestrar a Damiancito en tejidos de red y «crochet». Esperando que así, pudieran recaudar una dote para el futuro santo. Y tan inteligente resultó el discípulo, que al cabo de pocos meses las delicadas manos de Damián habían bordado un ropón con muchas ramazones y arabescos que eran un primor.
La túnica se vendió por catorce pesos.
Tras la primera venta, vino otra, y luego otra. Tales ganancias le abrieron a la señora Aguedita tamaña agalla. Se fue pa’ donde el cura y le pidió permiso para hacer un bazar a beneficio de Damián.
La susodicha Candelaria, era una muchacha criada por las señoras con mucho recato y temor de Dios. Sin sacarla de su esfera y condición, las hermanas del Pino mimaban a Candelaria cual si fuera su propia hija; y como no era mal parecida y en el hostal no faltaba quien le echara el ojo, las señoras no la perdían de vista ni un instante.
Cuando doña Pacha se entero acerca de las habilidades del pupilo como tejedor lo puso manos a la obra, y pronto varias señoras ricas y encopetadas le encargaron antimacasares y cubiertas de muebles. Un día hasta le encomendaron un cubrecama para una novia... ¡Oh! ¡Y en dicho encargo sí que vieron las señoras los dedos un ángel! Sobre aquella red sutil e inmaculada, cual telaraña de la gloria, albeaban con sus pétalos manojos de azucenas, y volaban como almas de vírgenes unas mariposas aseñoradas, de una gravedad coqueta y desconocida. De los dedos milagrosos de Damián salió aquel cubrecama de pureza a velar por el lecho de la desposada.
En dicho acalorado momento Juan de Dios Barco aparece.
Fulgencia: ¡Oiga, Juancho, por Dios! Camine, oiga estas brujerías.
Fulgencia se derrumba sobre un asiento.
Y erguida, llena de indignación, corre a servir el almuerzo. Fulgencita alza a mirar, como implorando auxilio a la imagen de San José, su santo predilecto.
Un breve resumen del libro sería: Aguedita Paz era una criatura entregada a Dios y a su santo servicio. ... Mas no era ella para renunciar a tan sublimes ideales: esa miseria era la red con que el Patas quería estorbar el vuelo de aquella alma que había de remontarse serena, serena como una palomita, hasta su Dios.