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Porque pueden causar problemas graves. Incluso las pequeñas partículas pueden tener, debido a la velocidad que circulan, un efecto negativo y ser peligrosas para satélites, estaciones espaciales y cohetes. Si tienen con frecuencia lugar accidentes, como en 2009, puede resultar, además, muy caro. Entonces, chocaron dos grandes satélites, el estadounidense Iridium 33 contra el ruso Kosmos 2251, ya inactivo.
De la explosión se originan grandes escombros que chocan una y otra vez, vuelven a ser lanzados al espacio y colisionan con otros restos. Y así sucesivamente hasta que reducen su tamaño. Los expertos en basura espacial tienen precisamente miedo de esta reacción en cadena. La llaman el síndrome de Kettler, es decir, por las colisiones se originan tantas partículas diminutas que, en algún momento, será imposible enviar más satélites al espacio e incluso los vuelos espaciales serán inviables.