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Respuesta:
si por qué si es obvio obligación
Respuesta:
: El general recibió amigablemente a los mensajeros que el cacique “Bogotá” enviaba, y los abrazó y dio de lo
que tenía, aunque por defecto de los intérpretes y lenguas no entendía todo lo que los indios decían. El general,
después de haber acariciado y recibido alegremente lo que “Bogotá” le enviaba, habló, aunque con la dificultad dicha
de los intérpretes, a los indios que de su parte venían. Les dijo que aunque su cacique y señor había movido sus armas
contra él sin ninguna razón, y le había movido con esto la cólera, para hacerle una cruel guerra, que vista aquella
humildad con que venían, se le había aplacado el enojo que tenía, y se le quitaría del todo y quedaría en perpetua
amistad suya, si Bogotá, dejando aparte la bárbara arrogancia que tenía, le venía a visitar y a dar orden y asiento en la
firmeza de la paz, y a entender y saber de él muchas cosas que tenía que decirle, así tocantes a la religión como al
reconocimiento del rey y señor por quien era enviado. Los indios dieron muestras de entender muy por entero lo que
se les decía, y certificando que “Bogotá” no haría otra cosa más de lo que el general mandaba, y así se fueron. Otro
día vinieron otros indios del propio “Bogotá” donde el general estaba, dándole vana esperanza de que su cacique
vendría a verle, y con mentiras y palabras entretuvieron al general algunos días en Cajicá, y se fue a alojar al pueblo
de Chía, donde por ser ya Semana Santa, y tiempo de disponer y aparejar sus conciencias para la confesión y dedicar
este santo tiempo a templados ejercicios, se detuvieron hasta el domingo. “Bogotá” viendo que todavía, contra lo que
él deseaba, los españoles se le iban acercando, cambió de parecer y movió sus armas contra los españoles, y así el
tiempo de contrición se les volvió de confusión, por la inquietud que los indios con sus continuas gritas y armas y
acontecimientos causaban, porque como eran mandados de este tirano, a quien eran sujetos, que con obstinación
pensaba seguir la guerra, aunque los indios siempre iban descalabrados, no por eso dejaban de hacer nuevos
acometimientos. El general en este tiempo, con algunos indios que en paz venían, nunca dejaba de enviar mensajes a
“Bogotá”, requiriéndole que dejando las armas viniese en amistad y a entender cómo había de obedecerle en nombre
del Rey, cuyo vasallo y ministro era; pero el bárbaro daba buenas respuestas y hacía malas obras con sus guerreros.
En este tiempo el cacique y señor de Chía, donde estaba el general alojado, vino en paz y amistad al general, y le sirvió
y ayudó en todo lo que pudo con sus sujetos, a los cuales mandó que fuesen siempre amigos de los españoles y les
ayudasen y favoreciesen cuanto pudiesen contra “Bogotá”. Todo porque el cacique de Chía, por particular y antigua
enemistad y odio que a “Bogotá” tenía, deseaba ver su ruina y que los españoles le sujetasen y domasen por ser
hombre indómito, y que con demasiada soberbia trataba a los demás caciques sus feudatarios, lo cual sentía mucho
este cacique de Chía, que era mancebo de poca edad, alegre y regocijado, y también porque según su antigua
costumbre, él sucedería en el señorío de “Bogotá”, después de muerto el que señoreaba y mandaba, y por verse así
deseaba que “Bogotá” fuese muerto por los españoles. Fray Pedro Aguado. Bogotá: Imprenta Nacional, 1906