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1596 n. en La Haye, Turena. Al año muere su madre; y su padre se casa de nuevo. Junto con un
hermano y una hermana -en total serían cinco- es criado por su abuela y su nodriza. Alumno de
los jesuitas en el colegio de la Flèche –recién fundado por autorización de Enrique IV-, se queda
ahí hasta los 16 años. Inteligente, aplicado, con interés especial por las matemáticas, lógica y
filosofía. Su salud es frágil, y por eso los jesuitas lo dejan dormir “hasta que se levante”, y le
conceden diversos permisos y largos descansos, que favorecerían su hábito de meditación. En
1611 los jesuitas dan a conocer el telescopio a sus alumnos, y Descartes se entusiasma, como
solía hacerlo con los descubrimientos científicos. Sabía que los jesuitas daban la mejor educación
del tiempo -les guardaría siempre gratitud y cariño- pero supo criticar los puntos débiles de la
formación recibida. Se quejaría por ejemplo de que la filosofía enseñase a hablar con apariencia
de verdad sobre cualquier tema y provocase así la admiración de los menos sabios. Ni quedaba
satisfecho al ver que todo se discutía, o sea que todo era dudoso. Al salir del Colegio vive de la
herencia materna: 6000 libras de renta (lo que hoy llamaríamos salario mínimo era menos de 300
libras). Se titula en derecho, en Poitiers: pero no ejerce. Pensando que ya había estudiado en
libros de papel quiere estudiar en el libro del mundo: nada más fácil que viajar; y sigue la moda
de los jóvenes del tiempo: irse de soldado. Entra al ejército del príncipe Mauricio de Nassau.
1618 (22) Ya soldado en Holanda participa en diversas campañas militares: Baviera, Bohemia,
Silesia, Hungría, Polonia. Soldado amateur, nunca llega a oficial -y parece que propiamente
nunca combatió. Ve más soldados y países que combates; lleva un criado, y no necesita sueldo,
aunque por formalidad lo recibe -un doblón de oro, que guardaría como recuerdo toda la vida. Se
separa del ejército y se queda un tiempo en Alemania, donde ve la coronación del emperador
Fernando II en Frakfurt. Se alista luego en el ejército de Maximiliano de Baviera, y participa en
los comienzos de la guerra de los 30 años, 1618; aunque más bien a lo que se dedica es a meditar.
1619 (23) En Neuburg tiene una noche tres sueños intensos, que interpreta diciendo haber
encontrado los fundamentos de una ciencia admirable. Se discute cuál sea ésta:
El método. Improbable, pues a partir de entonces lo busca, y la búsqueda le lleva buen
tiempo.
La matemática universal. Improbable, pues tal idea fue posterior a la elaboración del método.
La búsqueda de la verdad mediante el uso de la razón, y dentro de uno mismo, verdad que nos
es garantizada por Dios, Espíritu de verdad. Tal vez.
Según esto, René Descartes habría pasado por tres fases: Libros, el gran libro del mundo; su
interior. Se suele decir que en acción de gracias por estos sueños, Descartes hizo voto de ir en
peregrinación al santuario de la Virgen en Loreto. Por lo pronto continúa como soldado en
diversos campos de batalla: Bohemia, Hungría. Hace viajes a Silesia, Alemania del norte,
Holanda. A la muerte de Gregorio XV, quiere ir a Roma para curiosear la coronación del nuevo
Papa Urbano VIII; pero llega en diciembre 1624, cuatro meses tarde. Se queda en Italia 18
meses, pero no se sabe si fue a Loreto a cumplir su voto. No se vio con Galileo. En estos viajes
pasan años, de los que sabemos poco; simplemente que iba rodando por el mundo. La vida de
soldado lo decepciona, pero le mejoró la salud: deja de toser.
1625 (29) Regresa a París, donde se queda tres años. Ya gobierna Richelieu. Dicen los
sabihondos: El Rey es piadoso; el pueblo, supersticioso; la ciencia, infantil; y la Sorbona,
escolástica. En una reunión Descartes discute con tanta brillantez que el cardenal Bérulle, ahí
presente, lo impulsa a realizar su obra, y aun le carga la conciencia: René (32) tiene que
comunicar sus meditaciones al género humano.
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