Se copiaban y conservaban los libros
3.- Por que crees que la iglesia no difundió el conocimiento que acaparó en sus grandes bibliotecas?
Respuestas
Respuesta:
Retomamos nuestro periplo por la Historia de las Bibliotecas en la Alta Edad Media, que parte de la Antigüedad y llega hasta el s. XII. La influencia de la Iglesia y de la religión va adquiriendo cada vez más peso. De hecho, la pieza clave para la cultura del libro y las bibliotecas en la Alta Edad Media es el monasterio. La dedicación a los libros en la vida monástica tiene en gran parte su explicación en que los monasterios seguían la regla de San Benito, que establecía la división de la jornada entre el trabajo manual, la oración y la lectura («ora et labora»). Esta lectura podía ser en privado, en la celda o en el claustro, o también en forma de trabajo, traduciendo o copiando libros existentes. Para ello, había en los monasterios importantes un scriptorium, sala donde los monjes producían libros para uso del propio monasterio. Así se iba conformando una colección de libros que normalmente cabían en un armario. De ahí, que el responsable y supervisor de los trabajos del escritorio fuera el armarius. Otros oficios relacionados eran el copista (el que copiaba), rubricator (el que iluminaba y dibujaba las letras capitales) o ligator (el que encuadernaba). La forma casi exclusiva que toma el libro medieval es el códice manuscrito sobre pergamino, aunque hasta el s. XV se utilizaron minoritariamente otros soportes escriptóreos ya conocidos como las tablillas o el papiro. El pergamino se obtenía principalmente de pieles de corderos, cabras y terneros tratadas convenientemente. Una vez cortado, se trazaban las guías y se escribía con pluma de ave o cálamo de caña, dejando hueco para las iniciales. Éstas se ornamentaban con diferentes colores, aunque también se dibujan imágenes de Cristo o miniaturas, que suponen los primeros pasos del arte de la iluminación de libros. La pobreza generalizada hizo surgir el fenómeno de los palimpsestos, manuscritos reutilizados después de ser borrados mediante un raspado, como el Codex Ovetensis de El Escorial.
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