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Gracias a la revolución francesa se emanó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que benefició a la clase burguesa y al pueblo llano.
Los primeros tenían un fuerte interés dado que les convenía la libertad económica para sus actividades, mientras que los segundos al ser los más desposeídos.
En ese sentido, la importancia de esta declaración radicó en que estableció el reconocimiento de los derechos imprescriptibles del hombre, como por ejemplo "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos".
La Revolución Francesa se desarrolló durante los años 1789-1799, y buscó derrocar al Antiguo Régimen.
La Asamblea Constituyente realizó la siguiente labor:
Abolió los privilegios feudales y la sociedad estamental.
Declaró los Derechos del Hombre y del ciudadano, la soberanía nacional, la libertad e igualdad de los hombres, principios que se formalizaron en la primera constitución francesa, cuyo precedente inmediato fue la estadounidense de 1787.
Redactó la Constitución Civil del Clero, que suponía la formación de una Iglesia nacional desgajada de la obediencia del Papa. Esta medida provocó la consiguiente división del clero en dos sectores: los “juramentados” (que se atuvieron a la norma) y los “refractarios” (reacios a acatarla).
Promulgó la Constitución de 1791, ley fundamental que organizaba la vida de Francia y en la que se contempló la soberanía nacional, la división de poderes y el sufragio censitario.