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Los códices prehispánicos de Mesoamérica son un conjunto de documentos realizados por miembros de los pueblos indígenas de Mesoamérica antes de la Conquista española de sus territorios. Estos documentos constituyen un testimonio del modo en que los indígenas mesoamericanos concebían el tiempo y la historia. También plasman algunos de los principales ejemplos de los sistemas de escritura que se emplearon en Mesoamérica a lo largo de milenios.
Tras la Conquista de México, los códices fueron destruidos en grandes cantidades en actos como el Auto de Maní —realizado el 12 de julio de 1562 en Maní (Yucatán)—, donde Diego de Landa ordenó la incineración de varios de estos documentos, obra de los mayas, por considerarlos muestra de la idolatría indígena. Otros más se extraviaron o no sobrevivieron al paso del tiempo. En la actualidad se conserva sólo un puñado de ellos, todos resguardados por museos y bibliotecas de Europa, con excepción del Códice Colombino y del Códice maya de México, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México (BNAH). Este pequeño grupo está compuesto por siete códices mixtecos, cuatro códices mayas y los siete códices del grupo Borgia. A ellos se suman otros que fueron realizados o concluidos durante la Colonia, aunque su temática y estilo presentan escasa o ninguna influencia europea. Dichos documentos son los cuatro códices mexicas y el Códice Selden, de origen mixteco. En total se pueden contar alrededor de 23 códices prehispánicos.
Para los tlacuilos, en náhuatl: "los que escriben pintando", era muy importante destacar el poder así como también las expresiones faciales y corporales. Podían plasmar hombres o mujeres, ya que tenían una magnífica habilidad en el dibujo; se les adiestraba en la lengua y la cultura náhuatl hasta conocerla profundamente. Sabían de religión, costumbres, leyes, medidas, pictografía, historia, plantas y animales; eran personas de una extensa cultura, misma que transmitían a sus hijos.
Los indígenas que habían estudiado en el Calmecac junto a los antiguos sacerdotes eran los únicos que podían interpretar lo que estaba plasmado en los códices, pues ellos conocían bien cómo se manejaban sus tradiciones, ritos, costumbres y demás; los que acudían a este centro de formación eran los que pertenecían a la elite indígena.
Los códices son largas tiras de piel o papel elaborado a partir de la corteza del árbol llamado amate o ámatl. Cada uno de los códices contiene una historia diferente.
En la adolescencia, alrededor de los 15 años las mujeres se casan y los hombres entran al Calmecac, el centro de enseñanzas superiores, y aprenden la vida religiosa, sobre todo a pedir penitencia. Ocupan cargos importantes, como embajadores o gobernantes y si trabajan duro son nombrados jueces quienes el privilegio de poner castigos a quienes fallen en los casos de adulterio.
Hay algunos códices que están anotados en la lengua castellana, dando una interpretación que fuese entendible y coherente para que el Virrey los leyera.
Algunas de las representaciones que hicieron los tlacuilos en los códices fueron las expresiones corporales y faciales que hacían. Por ejemplo: para saber que alguien tenía repudio de algo se le dibujaba la cabeza a 180 grados y con la mano extendida a la altura de la espalda y la palma extendida, esto significaba que rechazaba cualquier cosa que no le pareciera.[3]1
Por otro lado están pintados aquellos que ejercían el mando; señalaban con el dedo índice a quienes se refieren y con voz firme les ordenaban lo que tenían que hacer.
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