• Asignatura: Historia
  • Autor: FrodoTurrohn
  • hace 7 años

¿Que era, "el don de hospitalidad" para los griegos y por qué no se cumple con Pelifemo? "La odesea"

Respuestas

Respuesta dada por: carlosaraujo231106
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Explicación:De los poemas de Homero, la Iliada es un texto de ecos culturales más antiguos que su presunta continuación. En el poema de la guerra de Troya y de la cólera de Aquiles, los dioses se muestran no diré que desinteresados del destino de los hombres, pero sí que interesados en él de una manera caprichosa. Podríamos ver allí un reflejo del paganismo más esencial, en que las fuerzas naturales son tan indiferentes a la interioridad del ser humano como implacables al reclamar lo que les corresponde.

De la Odisea, aventura particular frente a la gran empresa “nacional” de Troya, nos interesa en cambio que los dioses aparecen como garantes de la moralidad, las leyes y la convivencia. Ya no son meros ejecutores de un arbitrario destino superior a sus fuerzas, ni tampoco indiferentes al peso moral de las acciones humanas. En el primer canto del poema, donde los dioses deciden de común acuerdo favorecer el retorno de Ulises, el propio Zeus se lamenta de la siguiente manera:

¡Ay, ay, cómo culpan los mortales a los dioses! Pues de nosotros, dicen, proceden los males. Pero también ellos por su estupidez soportan dolores más allá de lo que les corresponde.

Aunque entre los personajes de la Odisea surge ocasionalmente el temor a los dioses arbitrarios de la Iliada, hasta el final se impone el criterio de una divinidad que procura el bien y aprueba que los hombres busquen vías de solución justa a sus conflictos. Se demuestra en el último episodio del poema, cuando los familiares de los pretendientes ajusticiados por Ulises acuden a vengarse. Cuentan los últimos versos:

Se lanzaron sobre los primeros combatientes Odiseo y su brillante hijo y los golpeaban con sus espadas; y habrían matado a todos y dejádolos sin retorno si Atenea, la hija de Zeus portador de égida, no hubiera gritado con su voz y contenido a todo el pueblo:

«Abandonad, itacenses, la dura contienda, para que os separéis sin derramar sangre».

Así habló Atenea y el pálido terror se apoderó de ellos; volaron las armas de sus manos, aterrorizados como estaban, y cayeron al suelo al lanzar Atenea su voz. Y se volvieron a la ciudad deseosos de vivir.

Gritó horriblemente el sufridor, el divino Odiseo y se lanzó de un brinco como el águila que vuela alto. Entonces el Cronida arrojó ardiente rayo que cayó delante de la de ojos brillantes, la de poderoso padre, y ésta se dirigió a Odiseo:

«Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides, contente, abandona la lucha igual para todos, no sea que el Cronida se irrite contigo, el que ve a lo ancho, Zeus.»

Así habló Atenea; él obedeció y se alegró en su ánimo. Y Palas Atenea, la hija de Zeus, portador de égida, estableció entre ellos un pacto para el futuro, semejante a Méntor en el cuerpo y en la voz.

La diosa Atenea interviene, como tantas veces a lo largo de su viaje, para salvar a Ulises, pero también para contenerlo: el rey ya ha recuperado lo que es suyo y debe por tanto reinar la paz, para lo cual se establece un pacto de convivencia bajo garantía divina. De otro modo, el ajuste de cuentas por la violencia, nunca con saldo a gusto de ambos litigantes, podría haberse prolongado indefinidamente, pero en algún momento es necesario poner punto final.

Retrocedo hacia otro aspecto del derecho en la Odisea, tal vez el más importante.

Los poemas homéricos reflejan una sociedad pequeña y aristocrática. El mayor rey es rey de una ciudad, pero al mismo tiempo ara sus campos. Gobernar un pueblo no se aparta tanto de gobernar una hacienda o una familia, así que una de las primeras normas de la comunidad, el primer deber y el primer derecho que se asume hacia los demás es el de la hospitalidad. El huésped es sagrado; al forastero se le acoge y da socorro. La Odisea, poema de un largo viaje, donde la condición del hombre es la de un perpetuo forastero, es también y en consecuencia poema de la hospitalidad y los valores familiares.

Recorramos por encima la historia relatada: Telémaco halla hospitalidad en la corte de Menelao y en la de Néstor; Ulises en la de Eolo o en la de Alcínoo. Este último caso es especialmente importante porque Ulises se presenta entre los feacios sin dar a conocer su identidad, solo y desnudo, y sin embargo se ofrece un banquete en su honor. El festejo se interrumpe cuando el rey Alcínoo descubre al invitado inesperadamente triste: no sabe que, en medio de la alegría general, ese náufrago que por no tener no tiene ya ni nombre ha escuchado al poeta cantar el episodio más glorioso de su vida, la destrucción de Troya:

Escuchad, caudillos y señores de los feacios. Que Demódo­co detenga su cítara sonora, pues no agrada a todos al cantar esto. Desde que estamos cenando y comenzó el divino aedo, no ha dejado el huésped un momento el lamentable llanto. El dolor le rodea el ánimo.

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