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Respuesta:La posesión de mando del “primer Presidente indígena de Bolivia” ha generado innumerables expectativas y adhesiones de intelectuales, activistas, escritores, dirigentes de organizaciones populares y artistas progresistas en la región. Muchos caracterizan el proceso boliviano como una revolución democrática. Los más entusiastas han llegado a decir que los dirigentes del Movimiento al Socialismo (MAS) son revolucionarios que van por la misma senda del Che Guevara, mientras que otros profetizan el advenimiento del Pachakuti, el tiempo en que el mundo se pondrá al revés y que los indios subirán al poder. La sintonía de este conjunto de apreciaciones con la ideología del nuevo gobierno es por demás evidente. Recientemente, el vicepresidente Álvaro García Linera sostuvo, frente a los dirigentes de la Central Obrera Regional de El Alto, la idea de que el MAS había protagonizado una revolución más profunda que la de 1952, pues ahora el actor principal es el movimiento indígena1 . Aunque el estudio de la apología es útil cuando se busca comprender las visiones y los valores que legitiman a un gobierno, lo es menos cuando se intenta una explicación substancial del proceso. Para ello, necesitamos descender desde la superficie de la política boliviana, que es donde las opiniones sobre el MAS han tendido a distraerse, hacia el frío y lúgubre terreno de la anatomía de la sociedad moderna, como aconsejaba Marx. A nuestro modo de ver, es en la relación de los nuevos gobernantes con las estructuras e instituciones básicas del poder capitalista, donde se podrá dilucidar su orientación política.