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Hay otras reacciones corporales que son directamente imposibles de controlar, como respirar y tragar. Decidimos cuándo tragar, y podemos decidir cuándo respirar, pero un músculo hace imposible que podamos hacer ambas cosas a la vez. Es algo lógico, porque el tracto digestivo y el respiratorio son comunes en su primera etapa (la boca y la garganta), y si pudiéramos hacer ambas cosas podríamos morir ahogados por comida o líquido en los pulmones.
Tampoco puedes controlar cuándo estornudar, aunque puedes ayudar a provocártelo. Y tampoco puedes estornudar y mantener tus ojos abiertos a la vez. De hecho, igual que el sistema digestivo nos puede dar disgustos si estamos con gente, los ojos tienen una especial protección por parte de nuestro cerebro. Por eso también controlamos si abrirlos o cerrarlos, incluso el pestañeo, pero cerraremos los ojos y fruciremos el ceño incluso para aumentar su protección con los músculos de la cara si detectamos alguna amenaza, o mucha luz.
¿Te has planteado alguna vez que, de hecho, los ojos nunca dejan de ver? Tú puedes cerrar los párpados para dormir, pero si dejas la persiana subida y no estás habituado, lo más normal es que la luz te despierte. O, si estás en la playa tomando el sol y te da la luz en la cara, aunque cierres los ojos verás en color rojo, por la intensidad solar. Al dormir, eso sí, el cerebro 'desconecta', pero los ojos siguen ahí, a lo suyo, tapados por tus párpados.
Y como te tienen que durar toda la vida, ahora que el sol aprieta con fuerza, mejor ayúdales a protegerse con unas buenas gafas de sol. Y que sean bonitas, que eso sí puedes controlarlo tú.
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La teoría endosimbiótica postula que algunos orgánulos propios de las células eucariotas, especialmente plastos y mitocondrias, habrían tenido su origen en organismos procariotas que después de ser englobados por otro microorganismo habrían establecido una relación endosimbiótica con éste.