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Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la información histórica, cultural y moral del Perú. Le presta su colaboración
la pobreza que resulta inhumana: salarios muy bajos, falta de puestos de trabajo estables, desnutrición de consecuencias irreversibles en el futuro, aumento de la mortalidad infantil, recrudecimiento de enfermedades que ya se tenían superadas…, notable decadencia en la moralidad pública y en las costumbres privadas como son: los hogares mal constituidos, inestabilidad de los matrimonios, abandono de la familia, alcoholismo
Juan Pablo II hizo notar la presencia histórica de la Iglesia en el ser del Perú, como la subrayó la misma Constitución Política del país en su artículo 86, instando a la necesaria solidaridad de todos “para crear nuevas fuentes de justicia a todos los niveles, para superar las funestas tentaciones de los materialismos, para dar a cada peruano una dignidad renovada”. En la Plaza Mayor –poco tiempo después de su llegada a Lima– lanzó a todo el pueblo la invitación “a una opción libre e irrevocable de fidelidad y amor total a Jesucristo”. Ya en la Catedral, dirá al clero y consagrados: “Sois las fuerzas vivas de la Iglesia en el Perú” que deben vivir “en unión estrecha con el legítimo pastor”, frecuentando la oración y los sacramentos. A los laicos les alentó a seguir haciéndose presentes en la vida pública.
En el viaje a Arequipa, sábado 2 de febrero, además de la beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, el Pontífice procedió a la coronación canónica de la popular y venerada imagen de la Virgen de Chapi. De nuevo en Lima participó por la tarde en la imponente y multitudinaria concentración juvenil del 2 de febrero en el hipódromo de Monterrico. Juan Pablo II fue acogido con entusiastas e interminables ovaciones de los jóvenes a los que convocó a construir la paz y la justicia, vivir la pureza y la misericordia, la pobreza y la mansedumbre. Más tarde, para la reunión con los obispos, les presentó a Santo Toribio como modelo de pastor misionero.
El día 3 viajó al Cusco y, en Sacsayhuamán, se refirió a la vida dura y sufrida de los campesinos, elogió la religiosidad popular, valoró las culturas prehispánicas, instando a conservar sus “genuinos valores humanos, que son también cristianos”. Al llegar a Ayacucho –debido al terrorismo- solo pudo hablar en el aeropuerto con tono vibrante y enérgico pidiendo “en nombre de Dios: ¡Cambiad de camino! ¡Convertíos a la causa de la reconciliación y de la paz! ¡Aún estáis a tiempo! Muchas lágrimas de víctimas inocentes esperan vuestra respuesta”. Concluyó con una invocación en quechua a los hijos de Huamanga: “¡Huamangapa, Iñiq huahuancuna! Unanchacuqpa Cuyacuiinintam apamuiquichic, allpaichichicpi tarpu sqa sinqoiquichicta causarichinapq!” (“Católicos hijos de Huamanga, os traigo el amor de nuestro Dios, para que, sembrado en vuestra tierra, sea la resurrección de vuestros corazones”).
Al llegar a Ayacucho –debido al terrorismo- solo pudo hablar en el aeropuerto con tono vibrante y enérgico pidiendo “en nombre de Dios: ¡Cambiad de camino! ¡Convertíos a la causa de la reconciliación y de la paz! ¡Aún estáis a tiempo! Muchas lágrimas de víctimas inocentes esperan vuestra respuesta”