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El presente tiene como objetivo analizar cómo la formación del Estado argentino estuvo atravesada por los legados coloniales y las diferencias étnico-raciales introducidas por el nuevo patrón de poder (moderno y colonial). Siguiendo las aportaciones de autorxs decoloniales se estudian tres periodos históricos donde se desarrollaron distintas estrategias para homogeneizar culturalmente a la población que vivía en el territorio, en especial a los pueblos indígenas.
La rearticulación de la colonialidad del poder
Si bien durante los procesos de independencia de la Corona española los líderes latinoamericanos se aliaron con las clases populares (indígenas, negras y mestizas), luego asumieron como propias las ideas y necesidades de los centros hegemónicos de poder que eran más cercanas a sus intereses. Como explica Quijano la independencia y la formación de los Estados latinoamericanos se trataron de procesos de rearticulación de la colonialidad del poder, ahora liderados por las oligarquías criollas. Aunque estarían limitadas por el rol que les sería asignado en la formación del sistema capitalista mundial[1].
Los Estados latinoamericanos heredan, a través de la organización colonial, el modelo de Estado moderno donde una nación domina a otra dentro de un mismo territorio. Modelo vigente en España desde la segunda parte del siglo XV, donde la nación castellana mantenía el dominio sobre las demás naciones existentes en la península. En América Latina, a partir de 1810, los grupos blancos- mestizos dominarán a las demás naciones que habitaban dentro de sus fronteras. Los líderes que forjaron el nuevo Estado asumieron como propias las propuestas de modernización y progreso tratándose de distanciar en la mayor medida posible de lo autóctono, lo local.