• Asignatura: Historia
  • Autor: nasroservicios
  • hace 7 años

tema del traidor y del heroé de Jorge Luis Borges
1. ¿Quién cuenta la historia y de cómo se entera de ella?
2. ¿A qué se refiere con el carácter cíclico de la histórica?
3. ¿Por qué Ryan decide publicar un libro dedicado a la gloria del héroe?

Respuestas

Respuesta dada por: cintiadanielaid
0

Respuesta:Tema del traidor y del héroe

Jorge Luis Borges.

Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y

del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este

argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes

inútiles. Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me

fueron reveladas aún; hoy, 3 de enero de 1944, la vislumbro así.

La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, La república de

Venecia, algún estado sudamericano o balcánico... Ha transcurrido, mejor dicho, pues

aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida por él ocurrió al promediar o al

empezar el siglo XIX. Digamos (para comodidad narrativa) Irlanda; digamos 1824. El

narrador se llama Ryan; es bisnieto del joven, del heroico, del bello, del asesinado Fergus

Kilpatrick, cuyo sepulcro fue misteriosamente violado, cuyo nombre ilustra los versos de

Browning y de Hugo, cuya estatua preside un cerro gris entre ciénagas rojas.

Kilpatrick fue un conspirador, un secreto y glorioso capitán de conspiradores; a

semejanza de Moises que, desde la tierra de Moab, divisó y no pudo pisar la tierra

prometida, Kilpatrick pereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había

premeditado y soñado. Se aproxima la fecha del primer centenario de su muerte; las

circunstancias del crimen son enigmáticas; Ryan, dedicado a la redacción de una biografía

del héroe, descubre que el enigma rebasa lo puramente policial. Kilpatrick fue asesinado

en un teatro; la policía británica no dio jamás con el matador; los historiadores declaran

que ese fracaso no empaña su buen crédito, ya que tal vez lo hizo matar la misma policía.

Otras facetas del enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecen repetir o

combinar hechos de remotas regiones, de remotas edades. Así, nadie ignora que los

esbirros que examinaron el cadáver del héroe, hallaron una carta cerrada que le advertían

el riesgo de concurrir al teatro, esa noche; también Julio César, al encaminarse al lugar

donde lo aguardaban los puñales de sus amigos, recibió un memorial que no llegó a leer,

en que iba declarada la traición, con los nombres de los traidores. La mujer de César,

Calpurnia, vio en sueños abatir una torre que le había decretado el Senado; falsos y

anónimos rumores, la víspera de la muerte de Kilpatrick, publicaron en todo el país el

incendio de la torre circular de Kilgarvan, hecho que pudo parecer un presagio, pues aquél  

había nacido en Kilvargan. Esos paralelismos (y otros) de la historia de César y de la

historia de un conspirador irlandés inducen a Ryan a suponer una secreta forma del

tiempo, un dibujo de líneas que se repiten. Piensa en la historia decimal que ideó

Condorcet; en las morfologías que propusieron Hegel, Spengler y Vico; en los hombres de

Hesíodo, que degeneran desde el oro hasta el hierro. Piensa en la transmigración de las

almas, doctrina que da horror a las letras célticas y que el propio César atribuyó a los

druidas británicos; piensa que antes de ser Fergus Kilpatrick, Fergus Kilpatrick fue Julio

César. DE esos laberintos circulares lo salva una curiosa comprobación, una comprobación

que luego lo abisma en otros laberintos más inextricables y heterogéneos: ciertas palabras

de un mendigo que conversó con Fergus Kilpatrick en día de su muerte, fueron

prefiguradas por Shakespeare, en la tragedia de Macbeth. Que la historia hubiera copiado

a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es

inconcebible... Ryan indaga que en 1814, James Alexander Nolan, el más antiguo de los

compañeros del héroe, había traducido al gaélico los principales dramas de Shakespeare;

entre ellos, Julio César. También descubre en los archivos un artículo manuscrito de Nolan

sobre los Festpiele de Suiza: vastas y errantes representaciones teatrales, que requieren

miles de actores y que reiteran hechos históricos en las mismas ciudades y montañas

donde ocurrieron. Otro documento inédito le revela que, pocos días antes del fin,

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