Respuestas
Respuesta: El hombre y la mujer han estado desde siempre vinculados por razones fuertes y altamente determinantes: la perpetuación y la supervivencia de la especie; el hombre y la mujer se han vinculado para reproducirse. Esta unión, de una gran fuerza, como principio y fundamento de la perpetuación de la especie, ha sido enorme y ha condicionado el resto de las relaciones exigidas para su supervivencia.
Destacan entre otras relaciones, de manera muy especial, la división del trabajo, las relaciones de tipo político, educativo, familiar y, en fin, todas las que en su conjunto conforman la estructura social, que se apoya en ciertos principios para sostenerse y garantizar la supervivencia de sus integrantes. Estos principios son conocidos como el mandato social o “desideratum”, que se entiende como la noción colectiva de lo que cada sociedad considera bueno o malo, deseado o repudiado, aceptable o reprochable.
Diversas condiciones histórico-sociales han contribuido a la construcción del ser hombre-mujer, que se remonta a la época de las cavernas, del hombre troglodita, cazador, y la mujer cuidadora de la caverna y de la vida familiar. En la cultura judeocristiana, la noción del sujeto estaba atravesada por la del hombre religioso; por el contrario, a la mujer se le asignaba la noción de objeto, en el orden de la naturaleza, que debía ser dominado. No fue sino hasta el Concilio de Trento cuando se le “adjudicó” alma a las mujeres, que antes eran consideradas humanas sólo en su tarea de reproducción: una condición sólo alterada por aquellas glorificadas como vírgenes o estigmatizadas como perversas, por “salirse” del papel tradicional de objeto que se les asignaba.
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