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En primer lugar, en las tiendas físicas tenemos la posibilidad de ver en persona y tocar el producto que queremos comprar. Nos permite comprobar si está en buen estado y hacernos una idea más real de cómo es el producto. En este sentido, al comprar por Internet nadie nos puede asegurar de que nuestra compra va a llegar sin ningún tipo de rotura o malformación. En la tienda física tenemos una idea más certera de qué es lo que estamos comprando y, además, nos aseguramos de que queda stock. No es la primera vez que una persona incluye un objeto en el carrito de la compra de la página web y cuando va a dar a confirmar le avisan que ese producto se acaba de agotar.
Por otro lado, los clientes se benefician de un mejor servicio de post-venta. Al estar en contacto directo con el especialista de la tienda desde el primer momento, es más fácil y seguro facilitar datos personales a la hora de realizar la compra. Esa persona se encargará de contactar con el cliente para saber cómo está siendo su experiencia con el producto comprado. Además, si el cliente tiene alguna duda o problema pasados los días, podrá acudir de nuevo a la tienda física y resolver la situación en cuestión de minutos.
Comprar en tienda física es una garantía en sí misma. Sabemos qué es lo que estamos comprando, quién nos ha atendido y cuántos años de garantía tiene el producto. Nos informamos bien antes de invertir.
Otra de las ventajas de las compras físicas es que los clientes son asesorados por un grupo de profesionales. Les indicarán las diferencias entre unos modelos u otros y qué producto cubrirá mejor sus necesidades.
Sin duda, el comercio electrónico es un progreso y una forma de compra eficiente y sencilla, pero las tiendas físicas continúan siendo la opción más segura y fiable.